Carta por la causa mapuche

““…si nos acercamos a su suelo, lo escucharemos cantar y cantar con tristeza: «Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar» (Violeta Parra). 

Papa Francisco, en Temuco, 17.01.2018 

Nuestra congregación ss.cc. de la provincia alemana y chilena, a lo largo de gran parte del siglo XX, estuvieron cerca del pueblo mapuche en el sur de Chile, en sus parroquias donde participaban en sus comunidades campesinas o rurales. Los vieron y abrazaron sus sueños y esperanzas en La Unión, Río Bueno, Lago Ranco y Cañete. También en Santiago, en nuestras comunidades cristianas de las poblaciones Yungay y Malaquías Concha de La Granja, y en Lo Espejo, entre otras.

Hemos sido testigo en estas últimas décadas de como nuestros pueblos originarios en Chile, especialmente mapuches, quieren ser protagonistas y beneficiarios del desarrollo y la integración socio-política, económica y cultural. Pero como ha quedado claro con el estallido social del 18 de octubre, este beneficio ha sido esquivo para grandes mayorías de chilenos y sin duda para el pueblo mapuche. Es cosa de mirar cualquier indicador técnico al respecto como salud, educación, vivienda, trabajo, etc.

La paradoja más grande en este tiempo es que miles o millones de ciudadanos han enarbolado la bandera mapuche en solidaridad por esta causa y la deuda que ha marginado no solo a personas, sino también a este pueblo y su rica cosmovisión. Esta acción ha sido fruto de una decisión estructural y estatal de siglos. Lo que nos recuerda lo descrito en el libro del Éxodo: “El clamor de los Israelitas ha llegado hasta mí. He visto también como son oprimidos por los egipcios” (Ex. 3, 9).

Reconocemos que los últimos gobiernos han intentado responder institucionalmente a sus demandas; con sus diferencias y matices. Sin embargo, esto no ha sido suficiente porque se necesitan cambios estructurales que tocan intereses económicos y políticos muy grandes, y de mentalidad para mirarnos unos a otros con respeto.

Sabemos que el asunto es complejo por los distintos niveles que se superponen y que deben estar presentes como el reconocimiento del Wallmapu y del Pueblo Nación. Pero lo anterior nada justifica que en pleno siglo XXI se den actitudes racistas, de discriminación étnica y se mantengan respuestas represivas desde el Estado, sin comprender que el pueblo mapuche es culturalmente diferente porque son “Gente de la tierra” por tanto defensores de la bio-diversidad. El Evangelio de Jesús nos dejó un mandato claro de no hacer acepción de personas ni de pueblos (“…No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos son uno en Cristo Jesús”, Gálatas 3, 28).  

Por eso creemos que, con decisión y madurez cívica, debemos transitar hacia el pago de la deuda histórica que como Estado chileno tenemos con los habitantes del territorio mapuche, de acuerdo con los historiadores e informes de las comisiones gubernamentales desde la vuelta a la democracia. 

Los últimos acontecimientos violentos, sumados a una seguidilla de actos de reivindicación de derechos que ha tensionado al límite a la zona, pasando a llevar derechos de muchos de sus habitantes, que solo agravan la situación. Si sumamos a esto la detención de comuneros mapuches, las reiteradas huelgas de hambre de sus dirigentes y la mayor represión policial y militar que ejerce el gobierno para “poner orden”, no facilita encontrar la solución de fondo.

Sabiendo que, como Iglesia muchas veces en el pasado y presente hemos sido cómplices e indolentes, no hemos sido parte de la solución, sino del problema. Por eso hoy, con urgencia fraterna, para evitar más dolor y derramamiento de sangre, emplazamos a las autoridades políticas (parlamento, gobierno y Estado), económicas y empresariales que, de una vez por todas, no dilaten más una respuesta integral a todas estas demandas de nuestros pueblos originarios y a los pobres de nuestro país, realizando –ya- un diálogo y discusión abierta sobre esta situación que nos implica a todos como ciudadanos.

Finalmente abrazados de un canto de Esperanza  del P. Esteban Gumucio, pedimos fuerza espiritual y moral para todos los actores implicados, para que se abran de manera decidida, caminos históricos de sanación y solución para la convivencia pacífica entre nuestros pueblos originarios, los pobres y el Estado de Chile.  

Pero vino Caín y fue de noche.                                                                              

La tierra americana bajo el yugo; 

Y van dejando al pobre, marginado 

De todo cuanto antaño fuera suyo. 

La Ley se ha prosternado ante el más fuerte; 

Se llenan las prisiones de hombres libres; 

Y dejan que se quede en la ignorancia 

El vástago del pobre y del humilde. 

Pero vino Caín y fue de noche. 

Cual fiera se lanzó contra su hermano; 

Prefirieron los hombres la violencia 

Y de Dios empañaron la presencia.

No me robarán la esperanza 

No me la romperán; 

Vengan a cantarla conmigo, 

Vengan a cantar. 

Creo en el hombre razonable 

Y no en la fuerza 

Pienso que la paz es simiente 

Bajo la tierra. 

Creo en la nobleza del hombre 

De Dios imagen 

Y en la voluntad de los hombres 

Que se levantan. 

No me robarán la esperanza 

No me la romperán. 

El árbol que me han herido 

Pronto renacerá…

(para leer la versión completa de la canción, haz click aquí)

 

“Los Huilliches, señor, no son llorones;

Ni andan con el alma arrodillada de temor;

Si nos quitan el sol y la tierra,

Somos capaces de esperar a las estrellas”

 (Palabras Huilliches, E.Gumucio)

 

Comité Editorial ss.cc

 

 

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