La destitución de Francisco Huenchumilla como Intendente de La Araucanía es un hecho lamentable. Significa, según mi parecer, un enorme retroceso en el tema mapuche.
Había visto en Huenchumilla algo radicalmente distinto: una capacidad de ver el problema mapuche con mayor profundidad, percibiendo con claridad que “la estrategia judicial y policial, usada por los distintos gobiernos desde la década de los 90 a la fecha, está agotada”. Y, a partir de ese diagnóstico tuvo la claridad de que era necesario hacer una nueva propuesta basada “en un enfoque político que pretende ir al fondo de las causas de por qué un sector del mundo mapuche optó por una vía no institucional”. Huenchumilla se dio cuenta de que analizar el problema solo desde la perspectiva policial y judicial es insuficiente y distorsiona gravemente lo que está sucediendo en La Araucanía. Es esta mirada la que ha llevado al mundo mapuche a una desconfianza hacia el Estado chileno y a la consecuente ruptura con él.
Creo que uno de nuestros problemas es que tenemos una mirada muy cortoplacista. Pensamos en una solución a 5 años, o tenemos como horizonte, apenas, el fin de un mandato presidencial. En este tema tenemos que pensar el país a 50 años, dándonos cuenta que lo que está en juego tiene que ver con nuestras raíces culturales, con nuestra identidad, con el país que queremos ser en el futuro. Es por ello que, tal como lo ha planteado Huenchumilla, la salida pasa por reformas a la Constitución.