Por Alex Vigueras Cherres ss.cc., Superior provincial
Algo muy interesante está pasando con la cueca en Chile. Interesante por cuanto es revelador de dinámicas humanas y sociales que estamos viviendo. Comparto algunas “postales” que me quedaron grabadas de estas fiestas patrias recién pasadas:
- Jueves 17 de septiembre, inauguración de las fondas en el parque Inés de Suárez, en Providencia: entre las parejas que bailan cueca hay tres que me llaman la atención. Una la conforman dos huasos gays, otra dos lesbianas y, la tercera, la alcaldesa de Providencia con un joven con síndrome de Down.
- Viernes 18 de septiembre en “la Cuequera” (en el Parque Inés de Suárez): se apretujaba la gente que bailaba cueca con la música en vivo de “El Parcito” y “La Gallera”. Eran niños, jóvenes, adultos y gente de la tercera edad ¡Se bailó cueca desde las 16 hasta las 23 horas, casi ininterrumpidamente!
- Domingo 20 de septiembre en el parque O’Higgins: al son del grupo “Las Primas”, bailan un pie de cueca Constanza y un joven que está en silla de ruedas. Al lado, un joven saca a bailar a una señora que lleva una muleta en su brazo derecho. El público va al delirio y aplaude efusivamente.
La cueca nos conecta con nuestras raíces. En estos tiempos globalizados en que parece que lo mejor viene de afuera, en que el inglés se nos va metiendo por todos lados, en que miramos en menos lo propio y valorizamos más lo importado, es muy interesante lo que pasa con la cueca. Son muchos los jóvenes que están cantando, bailando, componiendo cuecas. Sabiendo que con esto no están inventando la pólvora, sino que son herederos de quienes les antecedieron: Nano Núñez, el Baucha, Margot Loyola y tantos otros. La cueca nos está conectando con nuestras raíces, llevándonos a valorizar lo nuestro, lo hecho en casa. Y esto es relevante por cuanto el hecho de identificarse con lo propio, la valorización de lo local es un paso fundamental para no naufragar en este proceso de globalización. Lo global necesita de lo local. Lo local es alimento de lo global. Si no nos agarramos de lo propio la globalización nos fagocita. En estos tiempos en que se valoriza tanto lo “top”, lo “VIP”, nos atrevemos a reconocer que somos de la tierra; que nuestros antepasados eran del campo o de la pampa, que nuestros abuelos eran pobres, tal vez inmigrantes, con la sangre mezclada como la cueca.
La cueca como experiencia de libertad. En el colegio nos enseñaron a diferenciar claramente entre la cueca central, chilota o nortina; y había que vestirse correctamente para bailar una u otra. No se aceptaban las mezcolanzas. Hoy día eso se va superando. Se puede bailar la cueca de manera más libre, como cada uno la sienta. Pero, atención, los compositores y cantores son muy cuidadosos en mantener la forma de la cueca: la cantidad de versos, la estructura en general. Es la búsqueda de equilibrio entre la fidelidad a la tradición y creatividad, el cuidado por la forma y la libertad en la manera de expresarla. La cueca, como danza es, ante todo, experiencia de alegría y gratuidad. La forma está al servicio de esa experiencia de libertad y no al revés.
La cueca como espacio de inclusión de la diversidad. Esas tres parejas de las que hablé más arriba, que bailaron en la inauguración de las fondas de la comuna de Providencia, nos dan una señal potente de que la inclusión es necesaria, es posible y, sobre todo, es mucho más simple de lo que imaginamos. Tal vez el llamado es a que, antes del análisis racional y de las consideraciones morales, entremos en la sencilla dinámica del encuentro humano, tal como se da en una danza como la cueca, tal como se da en la fiesta. Prestemos atención a esta sabiduría de la cueca y, tal vez, llegará el día en que, justo ahí, después del zapateo y la vuelta final, nos tomemos todos del brazo…como iguales.