Milagrosa resiliencia

Por Alex Vigueras Cherres ss.cc., Superior provincial

El fin de semana recién pasado tuve la oportunidad de estar, por tercera vez, en Copiapó, en la misión que CONFERRE ha organizado para acompañar a las víctimas de los aluviones.

Esta vez ya se ven signos claros cómo la gente ha vuelto a levantarse. Es la milagrosa capacidad de resiliencia que se hace presente cuando parecía que todo estaba perdido. Quisiera señalar algunos elementos que, a mi modo de ver, son relevantes en este proceso de resiliencia.

  1. Belleza que hace que surja más belleza: algunas familias de la población Caupolicán en Paipote tuvieron el privilegio de recibir una de las casas construidas por la fundación “Levantemos Chile”. Son casas de madera con espacios amplios, pintadas con colores vivos por dentro y por fuera. Todo con muy buenas terminaciones. Cada casa cuenta, además, con una terraza de madera en su patio. Llama la atención cómo estas casas se han rodeado de jardines que han ido hermoseando los espacios vacíos (no ha ocurrido lo mismo en torno a las mediaguas). Vimos la expresión de felicidad y orgullo de la gente cuando nos hacían pasar. Esa belleza tiene que ver con dignidad, con vida nueva. Se quiebra esa relación entre pobreza y fealdad que nos habían hecho creer que era natural.
  2. Los lazos vinculares: la experiencia del post aluvión ha sido traumática. En no pocos casos ha significado quiebres: en la junta de vecinos, en las parejas, en la relación madre/padre-hijo(a). Las búsquedas del beneficio personal, en primer lugar, han llevado a rivalidades; los dolores no compartidos han llevado a las personas a la depresión. Los que han logrado salir adelante con más rapidez son aquellos que han mantenido los lazos con sus vecinos, con la familia, con los que han sufrido la misma experiencia. El silencio, el encierro en sí mismos conducen frecuentemente a la depresión. Al contrario, el luchar juntos es un elemento revitalizador, fortalecedor. En las dos últimas misiones se han generado grupos pequeños que se juntan en las casas a “tomar tecito”. Ahí se encuentran los actuales y antiguos vecinos (los que han salido de la población porque están arrendando una casa o departamento en otro barrio) para compartir la vida, decir eso que no se han atrevido a decir, para llorar juntos, para volver a soñar. Es un espacio para alentar al que está desanimado, orientar al que no sabe qué decisión tomar.
  3. La ayuda gratuita: la gente nos ha contado de la alegría que han experimentado por todo lo que han recibido: los muebles que les regaló la empresa donde trabaja el marido, el comedor que le regaló el hijo, la carpa que donó un señor coreano, las cantidades de ropa y alimento que han recibido gratuitamente. Esta generosidad ha sido importante. Ha sido un signo claro de que lo que ellos están viviendo es importante para otros. En la post catástrofe se manifiesta una fuerte tendencia a la desvalorización: las promesas no cumplidas, los portazos en la cara llevan a pensar: “lo mío no importa”, “mi dolor no es relevante”. Y de ahí surge la pregunta: “¿Para qué seguir luchando?”. Hemos visto a mucha gente agradecida. Todo el don recibido en este tiempo les ha hecho recobrar la autoestima: mis lágrimas y mis sueños son importantes. Y eso ha sido una fuerza esencial para volver a levantarse.
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