Domingo 17 de enero de 2016

Por Pedro León ss.cc.

La fiesta de la alegría

Los hechos presentados en el evangelio, ocurren tres días después del encuentro de Jesús con Juan bautista y de la configuración inicial de la comunidad de discípulos en torno al maestro.

Junto a su comunidad, da por terminada la preparación a los tiempos mesiánicos y se esforzará por reafirmar la esperanza en un Dios misericordioso, por lo mismo, incluso en su lenguaje Jesús busca revelar la llegada del “Reino de Dios” a favor de los más postergados para lo cual, solo hay que acoger la invitación para entrar en él con fe; ya no hay que prepararse para un juicio sino que hay que disponerse para aceptar su perdón salvador. Así, abandonando el desierto Jesús quiere explicitar, acercar en gestos sensibles la misericordia de Dios por lo mismo ofrece el perdón, cura a los enfermos, alivia el dolor de los abandonados, toca a los leprosos que nadie tocaba, bendice y abraza a niños y pequeños, su labor es incansable y no excluyente, por eso camina por los caminos polvorientos, entra a los poblados, a las casas, se sienta a la mesa con los que lo invitan, come con pecadores, prostitutas y fariseos.

Por medio de un lenguaje más esperanzador y de “signos” elocuentes, Jesús quiere compartir la Buena Nueva. Por medio de parábolas que seducen a la gente, explicita que el Reino de Dios es fiesta, alegría y gozo, para siempre, ya que él mismo vive la certeza de que “Dios es lento a la ira y rico en misericordia…” (Sal 103, 8; Num 14, 18); en este contexto no es de extrañar ver a Jesús en esta fiesta de Bodas ayudando a los novios a continuar la fiesta.

Al convertir el agua en vino, ya no queda nada para ritos o purificaciones externas, sino solo disfrutar de la hospitalidad y la alegría compartida con los novios con los cuales Jesús se asocia en el valor de fondo que es la continuidad de la fiesta del amor. María, la Madre de Jesús está en esta hora de su hijo como también en la hora de su -y en la nuestra- muerte.

Los signos, son necesarios sobre todo en este tiempo. Hace poco (27-29 de diciembre 2015) vivimos un hermoso encuentro con jóvenes provenientes de todas las obras de la congregación, por tres días las parroquias San Pedro y San Pablo como también Damián de Molokai, fueron sede de una verdadera fiesta juvenil llena de fraternidad y alegría, con una hermosa declaración hecha por ellos mismos (publicada en nuestra página web) que nos llena de esperanza en una iglesia más misericordiosa. Vale la pena preguntarnos: ¿cómo vivió mi comunidad este encuentro?, ¿cómo recibimos a estos jóvenes a su vuelta?, ¿somos capaces de alegrarnos con ellos, darle un espacio de acogida, promoverlos o solo los llamamos o queremos cuando necesitamos ayuda?, ¿Cómo cuidamos a los jóvenes de nuestra comunidad?.

Tengo la certeza de que ellos son el futuro de nuestra iglesia y estamos llamados a vivir, junto a ellos, los niños y adultos mayores la fiesta de la alegría que ya se nos anticipa en nuestras celebraciones eucarísticas.

Fuentes: Pagola A, (2009) “Jesús, Aproximación histórica”; Schokel L, (2008) “La Biblia de nuestro Pueblo”.

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