Por Alex Vigueras Cherres ss.cc.
El 29 de febrero de 1996, hace exactos 20 años falleció mi amiga Angie Morelo. Ella era pasajera del avión de la línea aérea Faucett que se estrelló en las cercanías de Arequipa. Junto a ella falleció su pololo.
Yo acababa de partir a Brasil, por lo cual no pude acompañar sus funerales. Fue una experiencia muy dolorosa.
Angie formaba parte de la comunidad de cuartinos que yo había acompañado el año anterior en el Centro Pastoral Juvenil (CPJ) de La Anunciación, en Santiago. Era una persona muy jovial, original, siempre profunda y sonriente.
A partir de ese momento supe que hay preguntas que no tienen respuesta. Supe que la muerte es un misterio insondable y que todo intento de explicación fracasa una y otra vez. Sobre todo, cuando se trata de explicar la muerte de tantos jóvenes que estaban en la plenitud de su vida y que perdieron la vida ese 29 de febrero.
Pero, cuando se acaban las respuestas solo queda la confianza. La confianza en la palabra de Jesús que nos invita a creer que la muerte no es lo último, que el amor de Dios es eterno, al punto que nada ni nadie, ni siquiera la muerte podrá separarnos de él.
Un abrazo a todos los jóvenes que formaron parte del CPJ Anunciación en esos años. Sé que en estos días recordaremos a Angie y se nos mezclará la alegría con la pena, la gratitud con la nostalgia.