Por Alex Vigueras Cherres ss.cc.
Carlos Peña, en su columna dominical en El Mercurio, califica de “buenismo” lo que está detrás de la exhortación de Mons. Alejandro Goic de subir el sueldo mínimo a 400 mil pesos. Es una manera de descalificarlo diciendo que su propuesta es ingenua, poco realista. Critica que se plantee el qué (un sueldo mínimo de 400 mil pesos), sin señalar el cómo es posible un aumento como ese.
Creo que no se trata de “buenismo”, sino de bondad. Es importante tomar conciencia que, en relación al salario mínimo, no solo son pertinentes las voces que provengan desde los expertos en economía. Es un riesgo de nuestro tiempo que ha puesto a las ciencias en compartimentos estancos y que hace casi imposible la opinión en un ámbito científico que no manejamos. Miradas expertas (no ingenuas) nos llevaron al actual sistema de AFPs, a la educación segregada, al Transantiago.
La mirada de Mons. Goic, no es desde el sistema económico globalmente considerado, no pone en primer lugar el correcto funcionamiento del sistema, al cual habría que supeditar todo lo demás. Su exhortación es “extraña”, “desubicada”, precisamente porque es hecha desde otro lugar: desde la realidad de los que sufren porque no les alcanza la plata del mes para vivir con dignidad.
Lo que está detrás del planteamiento de Goic no es el “buenismo”, sino la bondad. La bondad que se escandaliza con las diferencias sociales, que se estremece con la pobreza, que sufre con el dolor de los que sufren y, por ello, es una bondad que busca la justicia. Por eso no es ingenuidad. Es una bondad que sabe que el bien de todos pasa por una transformación estructural que va más allá del maquillaje al que estamos acostumbrados. Qué distinto sería todo si mirásemos el sistema social-político y económico, desde el desafío de asegurar una vida digna para todos y no fuera normal que esa vida digna sea solo para algunos.
Por último, quisiera defender el valor de una mirada ingenua respecto de la sociedad y del mundo. No se trata de la ingenuidad desinformada o que no tiene capacidad de crítica. Es una especie de “segunda ingenuidad” que, después de haberse hundido en la miseria del mundo, de ver sus incoherencias, de tocar crudamente el pecado humano, es capaz de seguir creyendo en que la justicia es posible, pues sigue creyendo que los seres humanos somos buenos, capaces de conmovernos ante el dolor humano, y capaces de seguir soñando en que la felicidad para todos tiene sentido y es posible.
El planteamiento de Goic tiene como base el Evangelio de Jesucristo: ese hombre lúcido frente al drama de la existencia humana y, a pesar de ello, confiado en la bondad de publicanos y fariseos, anunciador de una vida buena para todos sustentada en el amor. Un amor manifestado como justicia y misericordia. Esa bondad aparentemente ingenua de Jesús se convierte en un dinamismo transformador difícilmente contenible: del corazón humano, de las sociedades, del mundo entero.
No debemos menospreciar la ingenuidad…no hay que olvidar que quien dijo que el rey estaba desnudo fue un niño. Los demás no se atrevieron a reconocer esa verdad que era evidente para todos.