Por Montserrat Montecino ss.cc.
Dt 30,10-14; Col 1,15-20; Lc 10,25-37
El texto que nos corresponde este domingo 10 de julio es el conocido texto del Buen Samaritano. Es un texto que seguramente hemos leído muchas veces y que hemos usado como ejemplo en más de una oportunidad.
Sabemos que nos narra la historia de un samaritano que es asaltado y dejado mal herido al borde de un camino muy transitado. Pasan junto a él un sacerdote, un levita y un samaritano. Este último haciéndose cargo de él y llevándolo a un lugar seguro. Esta parábola es dicha a un fariseo que en diálogo con Jesús desea ahondar y descubrir desde esta nueva óptica del maestro ¿quién es mi prójimo?
En este relato las más de las veces nos situamos como esos sacerdotes o levitas que pasan por al lado de quien se encuentra tirado al borde del camino porque vamos tan preocupados de tantas cosas o tenemos tanto que hacer que no tenemos ni un minuto que perder, el deber está por encima del ser, con miedo a quedar impuros o a retrasarnos a “lo más importante”.
Otras veces nos miramos como el que fue asaltado y vemos como otros pasan muy preocupados sin mirar ni preguntar qué nos pasa, sin siquiera vernos. Otra opción es dejarse ayudar, abrir el corazón y el alma para que ese prójimo, mire nuestras heridas, las cure, las acaricie y nos abandonemos en sus manos.
O quizás tenemos la dicha de ser aquellos samaritanos “que pierden su tiempo y dinero” por otros y otras, que son capaces o somos capaces de dejarlo todo por quien nos necesita, de cambiar nuestros planes porque mi prójimo, mi hermano está a la vera del camino. Esto es actuar con misericordia. Misericordia es muy difícil de definir ya que posee distintas acepciones las palabras hebreas y griegas oscilan de la misericordia al amor, pasando por la ternura, la piedad o conmiseración, la compasión, la clemencia, la bondad y hasta la gracia. Desde el principio hasta el fin manifiesta Dios su ternura con ocasión de la miseria humana; el hombre, a su vez, debe mostrarse misericordioso con el prójimo a imitación de su Creador, que se entiende y se define a sí mismo como infinito amor, infinita misericordia.