Por Alex Vigueras ss.cc. - Superior provincial
En la celebración después del bautismo de Clara todo había resultado bien. Estábamos contentos y comentábamos lo bien que ella se había portado durante la ceremonia. Después de una rica once y de compartir la torta, apareció el trago y las cosas se complicaron.
Efectivamente, a varios se les pasaron las copas. De pronto una tía de Clara comenzó a hacer un escándalo: gritaba, insultaba con una fuerza que nadie la podía controlar. Azuzada por una amiga y por el padrino despotricó de todos, haciendo algunas acusaciones graves. Cuando la mamá de Clara trató de intervenir recibió un combo del padrino que también estaba borracho.
Al final de la fiesta todos quedaron con un sabor amargo: había sido todo tan lindo y se había echado a perder por unas copas de más. Los papás de Clara quedaron muy enojados y hasta les cobraron una multa en el edificio por el escándalo. Parecía que las relaciones se habían quebrado para siempre.
Unos días después la abuela de Clara me llamó para contarme entre sollozos lo que había pasado (yo me había ido temprano ese día). Y me preguntó si era posible que reuniera a la familia más cercana para conversar de lo ocurrido y ver si era posible hacer algo.
Así fue como nos juntamos a tomar once. Después de algunas tazas de té y un rico kuchen comenzó la conversación. La tía de Clara que había provocado todo comenzó a hablar entre lágrimas. Estaba muy avergonzada y arrepentida y pidió perdón. Algunas acusaciones que había hecho eran falsas. Sabía que no había muchas explicaciones que dar. Lloró mucho. Después, uno a uno, todos los presentes fueron compartiendo lo que sentían. Y comenzó a aflorar el perdón. Habló también el hermanito de Clara y dijo llorando que lo que más le dolía era no haber defendido a su madre cuando fue agredida.
¡Qué poder extraordinario puede tener una conversación! El poder de reconciliar, de sanar heridas. Tantas veces nos pasa que las heridas permanecen abiertas porque no nos hemos dado el tiempo para conversar, para encontrarnos y expresar lo que sentimos. ¡Tantos quiebres que duran semanas y años y a veces permanecen por toda la vida! No siempre la reconciliación es posible, pero es importante darle una oportunidad sentándonos a conversar. La reconciliación nunca viene por decreto, solo a veces se da por el paso del tiempo, pero muchas veces es posible por la fuerza extraordinaria de una conversación.