Por José Johnson Mardones. Laico, profesor Religión y Educación Moral, Colegio SS.CC. Concepción.
El texto de Lucas está en el contexto de la subida de Jesús a Jerusalén.
Se trata del camino (tema muy querido para Lucas) en el que los discípulos son formados como comunidad, mientras se va revelando la identidad de Jesús como el Señor y como aquel que da la vida por la salvación de su pueblo. La pregunta por el número de los salvados provoca la respuesta de Jesús: la salvación es un camino estrecho. Si bien la oportunidad de alcanzar la plenitud se ofrece a muchos (predicación en las plazas, comer y beber con Jesús) eso no basta, es necesario «entrar en la casa del Padre», es decir, comprometerse con el proyecto de Jesús y hacer vida el proyecto del Reino. Muchos son los que escuchan con agrado el mensaje del Evangelio, participan de la mesa con el Señor (comimos y bebimos contigo = eucaristía) y suponen que con eso ya son parte de «los que están dentro», pero Jesús llama a un compromiso mayor. El Reino se abre más allá de los cercanos, a los de oriente y occidente, que aunque puede que no hayan disfrutado de la cercanía de Jesús como nosotros, han sabido vivir según el Reino de Dios y por eso son de los que pertenecen «a la familia del Padre». Los límites del pueblo de Dios no son tan definidos como parece. «no somos todos los que estamos y no estamos todos los que somos».
La invitación es, entonces, a reconocer los signos de Dios presentes más allá de los límites visibles de la Iglesia y a ser de verdad discípulos de Jesús, haciendo vida lo que celebramos y vivimos en cada liturgia y en toda la vida de comunidad.