Por Juan Zúñiga y América Espinoza, Parroquia San Damián de Molokai
Amós 8,4-7; 1 Tim 2,1-8; Lc 16, 1-13
En este día estamos de fiesta. Es el día en que los habitantes de estas tierras, en el lejano 1810 comenzaron a hablar de libertad. Y en esta historia hoy nos toca ser protagonistas ya que celebramos un aniversario más de nuestra patria que se presenta como tarea y misión, lo cual nos invita a construir un país, donde se respete a niños y ancianos, pobres y ricos, con distintos ideales y formas de pensar. Que esta patria sea equitativa en los bienes para el pueblo y no solo para algunos pocos.
En este día especial, la lectura nos hace reflexionar por partida doble, el día patrio y el día del señor, nos habla del buen uso de las riquezas. A lo largo del evangelio encontramos que el tiempo de Dios es con respeto hacia todos y en esto rescatamos dos actitudes que son la urgencia y la paciencia.
La urgencia del reino es un llamado a la conversión porque el tiempo se ha cumplido. La paciencia es la situación desesperada que plantea el dinero y los bienes de este mundo, el cual nos exije una respuesta urgente ya que existe mucha pobreza, por que es la gente de escasos recursos quienes siguen esperando por los bienes de este mundo, sabemos que nadie se llevará nada de esos bienes a la eternidad. El evangelio de hoy es un llamado para hacernos discípulos en el uso responsable de nuestros bienes, no acaparando y sabiendo compartir con la gente que más lo necesita.
Celebramos hoy el evangelio junto con los ideales de nuestros libertadores… un país libre y justo para todos.