La celebración realizada el sábado 3 de septiembre y que llevó el nombre de “El Chile que yo amo”, contempló un espacio para los niños, mesas de esperanza de reflexión, tarde cultural y la eucaristía presidida por el arzobispo emérito de La Serena, Manuel Donoso.
A las 10:30 comenzaron a llegar los primeros niños al frontis de la parroquia San Pedro y San Pablo dispuesto con globos, escenario, cama elástica, juegos inflables, batucada, motoqueros, personajes infantiles y las susurradoras; 5 mujeres vestidas con hermosos trajes que iban susurrando frases del padre Esteban al oído de quienes llegaban a celebrar el aniversario 102 del natalicio de Esteban Gumucio, siervo de Dios en proceso de beatificación.
Luego se conformaron mesas de esperanza que reflexionaron sobre “El Chile que yo amo”, adaptación del popular poema del padre Esteban, “La Iglesia que yo amo”, donde se pensó el Chile que soñamos a la luz de la propuesta del padre Esteban. Cada grupo concluyó un compromiso que fue ofrecido en la eucaristía de la tarde.
Después de almuerzo se presentó el conjunto folclórico “Joaquín Gumucio”, perteneciente a la parroquia San Pedro y San Pablo, y el grupo “Los Parralitos”, dirigidos por la profesora Lucy Casanova, que interpretaron música de raíz junto a bailes típicos chilenos. Este espacio de música y danza lo cerró el Conjunto Los Perales, que han intepretado por más de 50 años las canciones con letras del padre Esteban Gumucio.
Durante el día también se pintaron dos nuevos murales en el frontis de la parroquia a cargo de Cristian Troncoso y Ximena Contreras.
La eucaristía fue presidida por el arzobispo emérito de La Serena, quien fuera también el segundo párroco en San Pedo y San Pablo, entre los duros años de 1973 y 1976. Durante la homilía, la Secretaria ejecutiva de la causa de beatificación del padre Esteban, Patricia Abarca, entrevistó a mons. Manuel Donoso, sobre su experiencia con el padre Esteban, quien vinculó su figura con el llamado a ser discípulos que proponían las lecturas del domingo.
El día terminó con las 102 velas encendidas en el templo y apagadas por todos los presentes, las que luego fueron dejadas luego en el memorial del padre Esteban en una estructura de torta gigante.