Domingo 9 de octubre de 2016

Comunidad de peumas La Unión 2016

El evangelio de este domingo, nos habla de la misericordia de Jesucristo a través de la historia de los diez leprosos, quienes considerados impuros, eran excluidos de la sociedad, aislados de los campamentos, despojados de su humanidad y olvidados por su pueblo. A causa de sus condiciones de vida, las posibilidades que tenían de curarse de su enfermedad eran escasas.

Sin embargo, aun con toda su desgracia se acercan a Jesús con una cierta esperanza de que su misericordia los lleve a la sanación. Jesús les indica el camino hacia los sacerdotes, ellos podrían haber desistido, desconfiado y negado la opción de dirigirse hacia ellos, aún así, siguen su camino y es por ello que son salvados, porque confiaron en el Señor.

Esto lo vemos y vivimos día a día con nuestros hermanos marginados, por lo que este evangelio es un incentivo latente para ponerse los vinoculares precisos que nos permitan mirar nuestra realidad de cerca y aproximarnos a una distancia no muy lejana, y detenernos donde quien más necesita de esa misericordia en base a la confianza en Jesús.

Nos invita, a su vez, a reafirmar la idea de que nuestro prójimo -muchas veces enfermo por las injusticias, la segregación social, la discriminación, entre otras cosas- es capaz de encontrar en la fe de Jesucristo y su misericordia, el camino de salvación y purificación de sus heridas; y en nosotros la capacidad de hacerlas nuestras heridas.

Al ser curados, sólo uno de los diez se devuelve a agradecer a Jesús por su mejoría. Un samaritano, enemigo de los judíos, pagano y extranjero, ¿Qué fe mas grande debe tener alguien para a pedirle ayuda al salvador de sus enemigos, seguir sus instrucciones y arrodillarse delante de Él para darle las gracias?

Este evangelio nos llama no solo a tener fe en la misericordia de Dios, que viene a salvar a toda la humanidad, si no también, a tener fe en el desconocido, el excluido y en el que sufre, para acercarnos a ellos, ser parte de su dolor y asumirlos nuestros en compañía de la comunidad cristiana. Esta es una invitación a ser consciente de que el evangelio es un retrato de una situación constante en nuestro mundo, país o nación. Nos llama a creer, incluir y agradecer al prójimo por aceptarnos bajo el mensaje de Jesús y nos deja la gran tarea de reconocernos como un pueblo de Dios y traer el evangelio a lo cotidiano, para comulgar con su enseñanza y no olvidar jamás a donde se dirigen los ojos de Jesús y ubicar los nuestros en la misma dirección.

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