Crónica de un incendio anunciado

Por Alex Vigueras Cherres ss.cc.
Superior provincial

Debe haber sido el verano del año 1992 en la comunidad El Porvenir, cerca de Cañete, cuando estuvimos misionando con jóvenes de los CPJs de Santiago. Era la época en que se estaban instalando en la zona las empresas forestales.

En una de las visitas a las casas me puse a conversar con don Segundo, un campesino nacido y criado en el lugar. Él me contaba que la gente de la comunidad estaba muy descontenta con la forma en que estaban siendo tratados por las forestales. En efecto, una vez que se instalaba un predio forestal con pinos o eucaliptus, le prohibían a los vecinos hacer quemas (que es la manera como preparaban la tierra para sembrar nuevamente); por tanto, ya no podían seguir cultivando la tierra o haciendo carbón. Ahí les quedaban dos posibilidades: plantar pinos o eucaliptus, o vender. Algunos ya habían vendido y estaban arrepentidos, pues no se acostumbraban a vivir en la ciudad. Varios estaban tristes, al punto que la pena los había enfermado.
Don Segundo, luego de un momento de silencio, me miró y vaticinó: “De aquí a algunos años la gente va a quemar los bosques. Así van a expresar su rabia por haber sido maltratados”.

La comunidad El Porvenir ya no existe. Todos tuvieron que irse.

Tengo la impresión que en la base de los incendios que estamos presenciando, se manifiesta nuevamente una forma equivocada de hacer las cosas en nuestro país, en la que el valor fundamental es ganar el mayor dinero posible. El negocio redondo. No hay que ser experto para saber que plantar pinos o eucaliptus en una superficie continua es un tremendo peligro. Y es muy arriesgado confiar solo en la responsabilidad de la gente para evitar los incendios. ¿Cómo confiar en esa responsabilidad, cuando los sentimientos hacia las forestales son de rabia e indignación? ¿Por qué no se dejó la superficie necesaria sin plantar para que funcionara como cortafuegos? Porque así perderían superficie para plantar y eso bajaría las ganancias. Lo mismo nos pasó con la industria salmonera. En efecto en el sur de Chile se puso más salmones de los indicados por metro cúbico (para optimizar el negocio) y esa sobrepoblación fue una de las causas de las enfermedades que han puesto en peligro a la industria.

¡Ganar más! Esa es la premisa. Sin importar lo que le pasa a la gente, sin importar la cultura campesina que se quiebra, sin importar la dignidad que se pasa a llevar.

Por este camino estamos perdidos. Necesitamos una mirada más integral en que a la hora de plantear un proyecto de desarrollo no pensemos solo en la mayor ganancia posible. El desarrollo verdadero, ese que es sustentable en el tiempo, necesita tomar más en cuenta a las personas, las culturas humanas, el cuidado de la casa común; considerar una estrategia en la que puedan ganar todos y no solo algunos… los mismos de siempre.

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