Por Rafael Domínguez ss.cc.
Estamos comenzando con esta celebración, el tiempo litúrgico de la Cuaresma, que es un tiempo especial de penitencia, de preparación del corazón para celebrar con gran gozo, la Pascua del Señor.
El texto del evangelio de este día, nos presenta caminos de salud espiritual, que nos hacen tomar conciencia de nuestra pequeñez delante de la grandeza del amor de Dios, lleno de ternura y misericordia, y que nos empujan al deseo de una mayor adhesión a la persona de Jesús, el Mesías, el Señor.
Las cuatro prácticas a la que nos invita el Señor en este texto -práctica de buenas obras, la limosna, la oración y el ayuno- van acompañadas de vivirlas sin hacer ruido para que otros vean lo «bueno» que somos.
Jesús, nos llama a hacer siempre lo bueno, desde la conciencia que todo lo bueno viene de Dios, que hacer el bien es respuesta al amor de Dios; por lo mismo, no alimento para vanagloriarnos o alimentar malamente nuestro amor propio.
Qué hermoso llamado a hacer el bien, desde la conciencia de nuestra fragilidad y necesidad de permanente conversión, con la felicidad de saber que con ello agradamos al Señor, junto a la alegría que produce para nuestra vida y en la de tantos hermanos y hermanas.
Pidamos a María, que nos ayude como madre y maestra, a entrar en sintonía con el corazón de Jesús, para hacer de este tiempo un camino de mayor unidad con el Señor, que se traduzca en un nuevo ardor para el servicio a la humanidad.
¡MUY FELIZ CUARESMA!