Por Pedro Pablo Achondo en Reflexiones Itinerantes
Luego de varios meses preparando su “levantamiento” en sociedad, las poesías de Anastasia tuvieron un hermoso evento. Fueron convocados más de cien personas y pudimos compartir arte, letras y vida.
Las pinturas de Javiera Marambio, las cuales ilustran bellamente el libro, hicieron gala públicamente frente a la audiencia. Unas 15 acuarelas llenas de poesía invadieron el espacio aquella tarde del 24 de marzo en la Capital chilensis. Un salud por el diseñador: Gonzalo Torres, quien se hizo del espíritu de la obra de manera seria, profunda y dedicada, dándole vida al objeto.
Dos amigos presentaron a Anastasia, un religioso sscc de larga trayectoria: Enrique Moreno, y un joven y connotado poeta y gran amigo porteño, Enrique Winter. Los dos Enriques hicieron de las suyas, el primero desde una óptica creyente, interrogándose por esta misteriosa Anastasia (¡Anastasis! ¡Resurrección!), y el segundo, Winter, nos deleitó con un acucioso y lúcido ensayo literario respecto al camino poético del autor y sus osadías, ellas contextualizadas en el suelo que no tan tranquilo nos baña.
Entre ellos, leí un breve texto introduciendo al mundo de Anastasia a los intrusos y aclarando –si eso fuera posible- detalles para los ya instruidos. Aquí les comparto, a los que no pudieron acompañar con sus cuerpos, pero sí lo hicieron en espíritu; algunas líneas –y fotos- de lo allí tarareado. Gracias infinitas y con esto doy por terminado un ciclo poético de varios años que he llamado Anastasia, agradeciendo a todas y todos los que han apoyado y compartido esto, entre ellos destaco a Diego Alamos y los Chancacazo boys que publicaron la trilogía por separada, a los fieles lectores, a los que compartieron música, teatro, arte, letras, ideas y locuras en los anteriores “levantamientos”… ¡a tantos! Ustedes saben quiénes son. Ahora sí, ya pueden venir otras vainas.
“Como en la poesía de Teresa de Ávila, Achondo propone un amor divino que es ineludiblemente corpóreo, “situando” así la experiencia en un cotidiano reconocible que le da su fuerza. Anastasia, la protagonista y destinataria de estos versos, dice “Mi mamá nunca/ nos aliñó la ensalada”. Como quien siembra detalles relevantes para un desarrollo narrativo que se descubre con la lentitud que requiere el suspenso, Achondo nos cuenta veintiocho páginas después de los ojos azules y las largas pestañas de la pelirroja” (Enrique Winter).
“En La pasión según Anastasia, Achondo radicaliza la escala humana que antes solo insinuó. Se pone en el lugar del otro, el de la compasión, a través del testimonio directo. Desarrolla esta exposición concreta de injusticias sociales a través de un discurso histriónico que recuerda a Los sermones y prédicas del Cristo de Elqui de Nicanor Parra. La denuncia y el lamento cumplen aquí el sueño del contenido de la poesía, donde, a diferencia de la religión, se expresan experiencias específicas. Le pasaron a una persona o las imaginó una persona y esa misma compasión con la que escribe Achondo se convierte en empatía en el lector. Es interesante que esa persona pueda volver a ser Cristo, el de la primera parte celebrado, “qué hermoso verte acariciar a la prostituta/ como acaricias a tu madre// Hossana al anti rey” termina en la cruz de la tercera, con esta trilogía proclamándose sinceramente como instrumento de lo divino” (Enrique Winter).
“Anastasia es en realidad un conjuro, una manera de exorcizar mis propios demonios. Un ritual de exorcismo, podría decir. De ahí que haya algo de magia en ella. Como un maleficio blanco, un bieneficio. Palabras y fraseos que son vomitados de manera incontrolable y que solo estando fuera se vuelven espejo de lo que había dentro.
En ese sentido, el contenido fue una necesidad y la forma, un experimento.
Anastasia es un himno confuso, un cántico espacial. Un clamor; un salmo, un grito, un llanto, un caos… es como un Génesis dentro del Cantar de los Cantares salmodiado por un monje en la mitad de la Estación Central, un 23 de diciembre a las 14:45.
Anastasia es como un plano antes del viaje. Como esas hojas de ruta del navegante inexperto, del hombre de mar que se sube al barco por primera vez. Un mapa-boceto que tuvo que arreglar mil veces cuando percibió que los vientos cambiaban y la isla no se encontraba donde se suponía” (Pedro Pablo Achondo).
“Anastasia es el ser humano que preñado del Dios de Jesús se percibe vivo y muy vivo en el espacio-tiempo al que hemos sido arrojados libres.
De ese modo hago mías las palabras de Etty Hillesum que enmarcan la última sección de libro: “Domingo de Anastasia”. Cito: “Voy a retomar mi lectura de San Agustín. ¡Qué severidad, pero qué fuego! ¡Qué pasión! ¡Y qué abandono sin reservas en sus cartas de amor a Dios! A decir verdad, no se debería escribir cartas de amor más que a Dios”. (p.148)
Anastasia es un texto mundano-espiritual, distinción que, en realidad, desde la Encarnación desaparece, pero me gusta como rótulo, si ella lo permite, por supuesto. Anastasia es, así, poesía místico-guachaca, que creyendo gritar las injusticias y destrucciones que nosotros mismos le hacemos al otro, quiere cantarle a la belleza suprema del amor divino”.
“Es que si la poesía no busca volar hasta el mismo cielo, si no está dispuesta a besar los labios oscuros de la muerte; entonces no es poesía.
Si la poesía no pretende amar al Amado y traducir sus palabras de vida eterna; entonces es un panfleto y nada más.
La poesía es resistir, dice un poeta argentino. Y nosotros resistimos sin temerle a la palabra. Como digo por ahí en el agradecimiento: aquella palabra que estando dentro está también hermosamente afuera» (Pedro Pablo Achondo).
Venta del libro en: Oficina Provincial SS.CC., Domingo Faustino Sarmiento 275 Ñuñoa, Santiago de Chile. Valor: $ 6000