Domingo 27 de agosto

Por José Johnson, profesor Colegio SS.CC. Concepción

Is 22,19-23; Rom 11.33-36; Mt 16,13-20

Una oreja hacia fuera y otra hacia dentro

El evangelio de este domingo nos trae a la memoria las preguntas de Jesús y la llamada “confesión de Pedro”. La identidad de Jesús es la gran interrogante sobre el que gira el texto de Mateo y toda vida cristiana. Por eso, el texto se nos presenta como una guía para nuestra vida cristiana que nos lleve desde la gente a Jesús y de Jesús a la gente, en un diálogo sincero que no puede quedar cerrado solo en la solidez de la fe, sino que a partir de ella presentar a Jesús como la respuesta a los anhelos más profundos del ser humano, tanto hoy como siempre.

La oreja hacia afuera, lo que dice la gente

Jesús parte el diálogo de afuera hacia adentro, preguntando sobre la opinión que la gente tenía sobre él. Muchas son las respuestas que recibe, que se acercan a la verdad pero no dan con la verdadera identidad del maestro. Sin embargo, aunque equivocadas, son respuestas que los discípulos deben escuchar y conocer. Ellas representan lo que la gente espera de Jesús, son un reflejo de sus necesidades y sus esperanzas, y por lo mismo, no podemos despreciarlas. Solo quien primero escucha a la gente puede luego responderles con la fe que ha recibido y proclamado. Se trata de estar atentos a la realidad, de mirar más allá de nuestra Iglesia y nuestras realidades, de conocer el mundo y sus necesidades para ser capaces de dar una respuesta que sea comprensible y aceptable para los hombres y mujeres de hoy. La más impecable de las definiciones teológicas no servirá de nada si no es capaz de conmover el corazón de los hombres y mujeres de hoy, de dar respuesta desde su realidad y sus necesidades.

La oreja hacia adentro, lo que decimos nosotros

No solo debemos saber lo que dicen los demás, nosotros también tenemos algo que decir. La cercanía con Jesús, el ser sus discípulos y la vida comunitaria debiera provocar en nosotros una mayor profundidad en la comprensión de la identidad de Jesús, de su misión y su persona. Quien es parte de los discípulos no puede quedarse con lo que otros han dicho de él, debe ser capaz de dar su propio testimonio sobre su persona, testimonio que solo nace de una experiencia profunda de Dios y de la convivencia con los hermanos, al servicio de todos. La comunidad es el lugar de la escucha, del silencio que provoca la respuesta de Dios, puesta en labios de Pedro.

La fe como fundamento

Es en la comunidad, en la experiencia vivida en comunión con otros, donde se revela la verdadera identidad de Jesús: “tú eres el mesías, el hijo de Dios vivo”. Es la vida de la Iglesia la que permite discernir, entre las múltiples voces que escuchamos, aquella que es verdadera piedra para cimentar nuestra fe y nuestra experiencia. Es la fe que Pedro ha recibido la que lo convierte en piedra. Es como lo comprende san Agustín: “Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho edificaré mi Iglesia. Porque tú eres Pedro. Pedro se deriva de piedra y no al revés”. Pedro es piedra porque es testigo del fundamento de la fe, que le da a la experiencia cristiana la objetividad y solidez para dar testimonio de Jesús en medio del mundo, para contestar la primera y la segunda pregunta, para hablar de Jesús al mundo de hoy con las orejas bien abiertas para escuchar, por un lado, sus dolores y esperanzas, y por otro, la respuesta que viene del Maestro para compartirla con todos.

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