Por Matías Valenzuela Miembro del Consejo Provincial
Hemos vivido una gran alegría que es difícil transmitir en todas sus dimensiones, porque no solo se ha ordenado sacerdote un hermano muy querido de nuestra Congregación, Nicolás Viel González, sino que además su consagración ha sido una fiesta llena de evangelio, en medio de la calle y de la gente, con todo el sabor de una Iglesia que se reconoce Pueblo de Dios y cuyos pastores quieren ser junto a muchos otros, servidores de su pueblo, curas del pueblo, como lo expresó el Nico en su acción de gracias. Son de esos momentos en que se celebra con tanta sencillez y alegría, donde la vida se hace tan verdaderamente presente que es imposible no reconocer que ahí está Dios, el Dios de Jesús, de los pequeños, de los pobres y sencillos, de los tristes y los niños, que quiere abrazar a todos y donde todos tienen lugar.
En esto nos acompañó una delegación de más de setenta hermanos argentinos, la mayoría de los cuales atravesó la cordillera en bus después de treinta horas de viaje, desde la parroquia San José de Libertad en la diócesis de Merlo Moreno, donde vive y sirve Nicolás. Ellos nos trajeron buenos aires, unos aires de Iglesia que se toma las manos y aplaude y baila y canta y desafía todas las formalidades que nos alejan y pierden sentido. Entre ellos venía el Chino, Oscar Miñarro, nuestro obispo auxiliar que nos ayudó a celebrar con la sencillez de los hermanos, sin complicaciones y con todo el corazón. Regalando al Nico, en su homilía, un morral para el camino que emprende, con los colores vivos de nuestra América y puso ahí algunos nombres y rostros que serán fuente de inspiración, como los padres de nuestro hermano, así como Damián, Ronaldo, Esteban y Pablo, dejando hojitas en blanco para los muchos nombres y rostros que vendrán. También se nos invitó a rezar la paz en el habla del pueblo Mapuche presente tanto en Chile como en Argentina, paz que implica tanto el diálogo como la justicia.
Una fiesta como esta nos hace pensar que otra iglesia es posible y que ojalá muchos jóvenes se animen a emprender este camino de dar la vida entera tras las huellas de Jesús al servicio de los más pobres, saliendo por los caminos e invitando a muchas mesas que sean fuente de comunión y de vida en plenitud.