Domingo 5 de noviembre

Por Javier Cárdenas ss.cc.

Mal 1,14b-2,2b.8-10; 1ªTes 2,7b-9.13; Mt 23,1-12

En este último tiempo hemos visto acentuado las críticas a la Iglesia sobre todo por las actitudes de la jerarquía. Se dice que “la Iglesia manda” esto o aquello. Muchos cristianos consideran la autoridad de la iglesia como algo ajeno a su vida y llaman de “iglesia” apenas a la cúpula eclesiástica, pero se olvidan que nosotros mismos somos la iglesia.

Las autoridades religiosas no siempre están libres de críticas, lo sabemos por los titulares de los diarios de hoy y por los profetas de la antigüedad. Así, el profeta Malaquías (1° lectura) critica a los sacerdotes por sus desvíos. El templo estaba ya restaurado pero el culto era una vergüenza. Ellos discriminaban a las personas, olvidándose que Dios es el padre de todos y que la alianza es igual para todos. En la misma línea, Jesús en el evangelio también hace críticas parecidas a los fariseos y a los doctores de la Ley.

En la comunidad que sueña Jesús no debe ser así, un solo Dios, un solo líder, Cristo. En la humildad está la verdadera grandeza. Ya san Pablo da un ejemplo concreto de ternura y un delicado saludo a la comunidad de Tesalónica. Esta actitud hizo que la comunidad acogiera la palabra de san Pablo como palabra de Dios y no palabra humana (2° lectura). Por lo tanto, el líder religioso no debe ser una persona que coloca obstáculos a la comunidad sino deber ser transparente, un verdadero “hombre de Dios”.

En el tiempo de Jesús, las autoridades religiosas abusaban de la dignidad de “padre” para ejercer un tipo de liderazgo autoritario y patriarcal. También nuestra iglesia todavía es así. Sus estructuras favorecen aun a un tipo poco libre de liderazgo.

Ahora nos viene a nosotros realizar un examen de conciencia, a todos los cristianos y sobre todo los que tienen una mayor responsabilidad en la comunidad. Sobre todo para ejercer una verdadera paternidad en la fe. Sin duda que surge una cuestión de unos nuevos ministerios y de las nuevas formas de liderazgos que surgen en las comunidades. El evangelio de hoy nos propone el “espíritu” con que debemos abordar los ministerios en la iglesia. Si somos sensibles a las censuras que el propio Jesús critica habrá menos peligro de que los fieles consideren a la “iglesia” como una institución ajena, con la cual no se identifican.

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