Por Fernando Maffioletti Rector Colegio SS.CC. Manquehue
Hace un par de domingos los textos hacían referencia muy concreta a la forma en que se ha de buscar vivir el evangelio en el día a día, en la cotidianeidad: amando a Dios y al prójimo. Jesús une inseparablemente ambos mandamientos como dos caras de una misma moneda.
Hace una semana los textos nos acercan al cómo se ha de hacer carne ese amor al prójimo, específicamente en el ejercicio de la autoridad. Primeramente el profeta Malaquías increpa a los sacerdotes para que sean obedientes y den Gloria a Dios ya que se han apartado del camino usando su conocimiento de la ley de forma arbitraria con el pueblo (“se fijan en las personas al aplicar la ley”), profanando (se han relacionado con lo sagrado de manera instrumental) la Alianza. El salmista se muestra llano a esa voluntad de Dios renunciando a sus propias ambiciones y descartando todo tipo de grandeza, nos muestra así un ‘corazón puro’, disponible y abierto a la voluntad del Señor, y san Pablo recordaba a los tesalonicenses su trato delicado para con ellos, y el cariño y cercanía que se fue entretejiendo al compartir con todos los “esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie” al mismo tiempo que les anunciaban el evangelio; con ese ejemplo se hizo prójimo de aquellos a quienes debía servir. Todo lo anterior se cristaliza en el evangelio donde Jesús devela la inconsistencia de los escribas y fariseos que enseñan el contenido de la ley y cómo cumplirla, pero no como guías del pueblo sino con el afán de ser vistos y ensalzados, lo que les vale el duro juicio de “hagan lo que les digan pero no lo que ellos hacen”; a renglón seguido Jesús nos llama a reconocernos hermanos, iguales todos en dignidad y derechos, ya que somos todos hijos de un mismo padre.
Así, los textos de este domingo nos llevan a ser protagonistas, a alcanzar la sabiduría y la cercanía a Jesús no como algo que solo viene de él, sino como algo que también debemos buscar, que se debe intencionar. En esta línea el libro de la Sabiduría nos señala que a ella se le alcanza cuando se la busca, que hay que madrugar y velar por ella; así como en el evangelio se nos llama a estar siempre preparados, a no desatender nuestra vocación, a esperar con los ojos abiertos, a estar siempre en vela con nuestras lámparas llenas porque no sabemos el día ni la hora. El encuentro con Jesús, la comunión con él, no es entonces algo que se logra con una espera pasiva, ya que requiere una actitud de búsqueda, de espera sedienta que nos lleva a madrugar como dice el salmista, con una esperanza que no puede convivir con la ignorancia, y que por el contrario requiere de la búsqueda de la verdad y sus fundamentos.
Del doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo de hace un par de domingos pasamos al reconocimiento de esa hermandad fundamental al ser todas y todos hijos de un mismo Padre, para este domingo invitarnos a ser protagonistas atentos y preparados ya que no solo no sabemos el día ni la hora, sino tampoco las formas misteriosas en que el Señor se va manifestando cotidianamente en nuestras vidas personales y comunitarias; porque para salir a recibir al esposo no solo hay que tener las lámparas llenas sino también saber reconocerlo.