René Cabezón Yáñez ss.cc. Superior provincial
En nuestros discursos decimos que la fe y la vida van de la mano, y en la perspectiva latinoamericana desde una teología que dialoga con la vida como lo hace la mirada del papa Francisco, esto pasa a ser una lectura insoslayable.
En Domingo de Ramos y Viernes Santo recordamos la pasión y muerte de Jesús. Allí se afirma que Jesús es llevado a la muerte de cruz permitida por la ley romana para ciertos casos, era justa su muerte, era lo que correspondía, y eso además fue ratificado por un pueblo enardecido que pedía: “¡Crucifícalo!, ¡crucifícalo!”.
Hoy son muchas las cosas que pasan y tienen “cara de justas” y hay que decirlo: ¡no lo son! Aunque parezcan bonitas, adecuadas a mis intereses, correctas según el sentido común o defiendan intereses legítimos.
Me atrevo a decir algunas: la demanda de Bolivia ante La Haya, tiene todo el valor y peso jurídico y hasta histórico a favor de Chile, según nuestra versión, es “lo justo” para Chile; y la postura de Bolivia, esta reivindicación por mar con soberanía, es lo “justo” para ellos.
O el paro en una de nuestras obras educativas, cuando usar la huelga legal como instrumento, es un derecho para conseguir mejoras es lo “justo”, -y por cierto legítimo y coherente con la doctrina social- sin embargo acusar a la contraparte de aplicar la misma ley antes esgrimida haciendo valer los “deberes” es lo “injusto”.
En situaciones críticas como las mencionadas anteriormente; patriotismo acérrimo o reivindicaciones intransigentes, ¿tenemos la capacidad de dejar de lado los prejuicios y emociones que obstruyen el diálogo constructivo?
¿Cómo logramos un equilibrio corresponsable frente a los derechos y deberes? Es una tensión constante que tenemos como gobernantes, ciudadanos, cristianos o educadores.
Pidamos para que en esta Pascua podamos sacar conclusiones justas, haciendo que Jesús resucite en nuestros corazones; donde no haya más miradas del otro como un descartable sino como un legítimo otro para un diálogo compasivo, respetuoso y veraz. Así haremos que Jesucristo resucite en las realidades que vivimos. De lo contrario seguiremos actualizando el vía crucis en los derechos vulnerados de los migrantes, en la estigmatización de la lucha mapuche, las mujeres agredidas o asesinadas, en el olvido de nuestros niños del SENAME y un largo etcétera.
En todos estos temas lo injusto parece justo.
¿Y qué hacemos al respecto?
No nos quedemos simplemente en la crítica.