Compartimos aquí el testimonio de la hermana del Ecuador, Esther Alicia Armijos ss.cc., quien acompañó a Enrique Moreno Laval ss.cc. desde el día de su accidente cerebro vascular hasta su muerte. Esta entrevista, realizada por Pedro Vega está incluida en la última edición del anuario Nuestra Vida que edita la Congregación de los Sagrados Corazones, el cual está disponible on line aquí.
Por Pedro Vega Bravo*
“Te voy acompañar, las voy a acompañar. Iré con mucho gusto al Ecuador”, le dijo por teléfono Enrique a la hermana Esther Alicia Armijos, Coordinadora territorial de las religiosas ss.cc. en Ecuador, que recibió con mucha alegría la noticia días antes que Enrique llegara hasta el país hermano para impartir un seminario de misiones y el retiro anual a las 52 religiosas de Ecuador.
A medio día del 10 febrero pasado, Enrique aterrizó en el aeropuerto de Quito, donde lo esperaban las religiosas Esther Alicia y Jeanneth Molina. Al llegar a la casa central de las religiosas en el sector de la UTE, lo recibieron las demás hermanas de esa comunidad, Lida Romero y Olguita Añasco. “Estaba muy contento de venir al Ecuador. Para él fue como un gran regalo que le daba la vida”, recuerda Esther Alicia a su llegada.
Debido a que Quito se encuentra a más de 2,800 metros sobre el nivel del mar, las hermanas se preocuparon de saber cómo había llegado, estuvieron atentas a que probara algo de comida y luego se fuera a descansar. Al caer la tarde abordaron la furgoneta de las religiosas y emprendieron rumbo hasta el Valle de Conocoto, a una hora de Quito, a la Casa de Oración Sagrados Corazones, donde se realizarían las jornadas del 11 al 24 de febrero. Siempre metódico, anticipado y ordenado ya había revisado, coordinado las temáticas y el orden de los temas con la religiosa Lucy Abad, coordinadora de la comisión de inserción.
Hermana Esther Alicia, ¿Cómo fueron esos días de encuentro con Enrique?
Enrique nos planteó desde un comienzo una temática en relación a preguntarnos cuál era nuestra motivación central como religiosas para llevar adelante el servicio religioso y pastoral que realizamos.
Nos planteó que lo esencial, para entender esa vida misionera, tenía que partir de la persona de Jesús, desde esa sencillez y armonía de Jesús en la vida. No nos habló desde las teorías, desde arriba. Nos habló desde la experiencia que él estaba viviendo en su último trabajo pastoral (en Diego de Almagro) y también lo que se estaba planteando para su nueva obediencia (asumiría los primeros días de marzo como Párroco en San Pedro y San Pablo en Santiago).
Nos habló desde una realidad humana. Nos señaló que nosotras teníamos que volver a recrear en nuestras vidas la motivación y hacer una pastoral cercana, salir e ir al que más necesita.
Nos manifestó que todo servicio que él entregaba, lo hacía desde la comunidad y para la comunidad, y pensando mucho en la congregación. ¿Cuál era el desafío, el reto que en la actualidad tenía y quería la congregación?. Personalmente una de las cosas que me impactó, fue cuando nos dijo que uno tiene que volver a sus raíces para entender a quién estoy sirviendo, a quién debo servir y a quién dar la mayor prioridad. Nos habló permanentemente y enfatizó en que las personas hoy necesitan mucho esa pastoral del escuchar, esa pastoral de aceptar a cada uno como es, de no tanto juzgar a las personas, sino darse tiempo para decir: aquí estoy, qué estás viviendo, qué cosas te pasan.
Nos recalcó también mucho sobre esta pastoral de “salida”, en la que insiste el papa Francisco, que ha dicho en una de sus encíclicas, y por todos los medios, que debemos estar siempre saliendo hacia la gente, ya que hoy la iglesia, por sus estructuras, se ha ido encerrando al cuidado personal. El Papa nos dice salgan, atrévanse a no juzgar solo desde adentro, sino desde afuera, y desde ahí ver qué pastoral hay que realizar.
¿Les habló también de su experiencia de vida, su vida personal?
En todo momento nos habló de su vida. Él fue una persona que no solo sirvió a una sola pastoral, él tuvo muchos y diversos servicios en la congregación. Nos dijo que en todo su servicio él siempre puso primero la vida. Nos señaló que en su vida él nunca pretendió aparentar, ni sentirse importante, todo lo contrario, vivir asimilando y acogiendo rostros, retos, situaciones y a ello ir dándole cuerpo. No era desde una estructura del saber solo en teoría, sino que desde esa realidad él siempre sacó un aprendizaje y lo fue aplicando.
También, nos habló de su familia. Nos contó de la experiencia con sus padres, de su hogar, cómo vivía esa relación y cercanía con sus hermanos, en quien tenía amigos. Eso le ayudaba para vivir en la sociedad y tener amigos. También nos habló de sus ahijados y amistades. Nos señaló que él valoraba todos los gestos humanos que otros hacían por él, que esos gestos no deben quedar fuera, que esos gestos les llegan a las personas y ello ayuda a crecer.
¿Cómo vivieron el accidente cerebro vascular de Enrique?
Habíamos terminado hace poco la jornada, me encontraba en mi habitación disponiéndome a descansar, de repente me llamaron de forma urgente (aproximadamente a las 23:30 hrs. del jueves 14 de febrero). Me vestí rápidamente y salí corriendo. Mi primer impacto fue preguntarme: ¡qué está pasando! Al ver que la situación desde un primer momento era grave, tuve una muy fuerte impresión. Las hermanas me preguntaron: Esther Alicia quién va a estar al frente de la situación, les dije: ¡yo! Enseguida apareció la hermana Lorgia Carrión (le tomó la presión, constatando que tenía más de 200 y en un primer momento le hizo masaje en los pies), y me acompañó. Mientras le ocurría el accidente una hermana le escuchó decir a Enrique: ¡Dios mío ven en mi ayuda!, ¿Por qué, Dios mío?.
Desde ese primer momento viví todo ello con certeza de hermandad. Cada detalle que iba viviendo lo sentía. En primer lugar, lo trajimos a los primeros auxilios en Conocoto, luego cuando lo trasladamos en una ambulancia a Quito, a la Clínica Pasteur, fue un momento en el que yo le pregunté a Dios, ¿qué te pasa?, ¿por qué haces esto?, y luego busqué y encontré la paz, y me dije, Dios nos va a ir ayudando y nos va a ir abriendo camino. La ambulancia llegó rápidamente.
Una de las cosas muy sentidas desde un primer momento, por las cuales también me sentí apoyada fue que todas mis hermanas, rápidamente y desde un comienzo, estuvieron muy preocupadas y atentas a lo que estaba ocurriendo con Enrique. Nadie durmió esa noche y todas preguntaban. Los hermanos también estuvieron preocupados, atentos y acompañando en todo momento, representados por David de la Torre ss.cc. Todo ello, la fuerza en la oración y la atención médica siempre fueron una esperanza.
¿Con qué sentimiento te quedas luego de todo lo vivido junto a Enrique?
Para mí todo lo sucedido ha sido un retiro en la vida práctica y me da mucha fuerza para no detenerme, siempre sentí que tenía que estar ahí con Enrique, no sentía cansancio, sueño, nada.
Enrique sabe que todas mis hermanas, toda la congregación estuvimos en todo momento junto a él, con él, dándole fuerzas, orando y en todo momento deseando que él se recuperara. Pero el Señor vio que su obra realizada en la tierra había terminado. Nos quedamos con la certeza de que Enrique al entregar su vida sigue dando vida. Enrique siempre nos invitó y nos invitará a fijar los ojos en Jesús y a entregar la vida siempre al servicio de los más pequeños, de los más humildes, los más sencillos, de los que no son nombrados en la sociedad.
Al terminar el retiro, Enrique partió
Desde el momento que Enrique fue internado en la UTI de la Clínica Pasteur en Quito, la madrugada del 15 de febrero, las hermanas que se encontraban en Conocoto no solo nunca dejaron de orar, sino que se turnaron día y noche para acompañarle en la clínica, mientras que las religiosas de la casa central retornaron a Quito, para además de estar junto a Enrique, recibir, acoger y acompañar al primer grupo que viajó desde Santiago, integrado por Guillermo Rosas ss.cc. (en representación del provincial y los hermanos) Celso Moreno Laval, hermano de Enrique, y también llegó quien escribe estas páginas; para luego hacer lo mismo con el segundo grupo integrado por María Eugenia y María Isabel Moreno Laval, hermanas de Enrique, René Cabezón ss.cc., superior provincial y un laico amigo, Juan Carlos Navarrete.
Todo lo anterior no fue impedimento para que las hermanas continuaran en Conocoto, en la Casa de oración de los Sagrados Corazones, con las jornadas planificadas de misión y retiro anual. Sabían que él les había dejado todo organizado, los temas de reflexión ordenados, así que ingresaron al computador portátil de Enrique y continuaron con el retiro que él les iba a entregar.
El título que Enrique había dejado como primera reflexión a las hermanas del Ecuador y que les acompañó en todo el retiro, esos días cobró una fuerza inesperada: “No me rendí. No, me rendí. ¿Con o sin coma?, tú eliges”.
El retiro de las religiosas terminó el sábado 24 de febrero, Enrique partió a la casa del padre el domingo 25 de febrero. Nunca se rindió.
*Pedro es periodista y ahijado de Enrique.