Fuente: Facultad de Teología UC
El sábado 9 de junio, el decano Joaquín Silva ha entregado en la Nunciatura Apostólica una carta de la Facultad de Teología dirigida al Papa Francisco, firmada por él y los demás ocho miembros del Consejo de Facultad. En ella se agradece al Papa Francisco la carta que él dirigiera a la Iglesia que peregrina en Chile el 31 de mayo, la que ha traído consuelo y esperanza, y en su parte más extensa, se responde a los desafíos que en ella se leen para esta Facultad de Teología.
Parte agradeciendo al Papa las palabras y acciones que, desde su carta a los obispos del 8 de abril pasado, ha dedicado a la Iglesia en Chile. Agradece su empatía con las víctimas de abusos de poder, de conciencia y sexuales, y la lucidez con la que apunta a una crisis más profunda de la Iglesia en Chile, que ha impedido la sanación de las heridas que los abusos han causado.
Junto con esta gratitud, quiere hacerse cargo de la invitación que el Papa plantea, de promover una reflexión teológica que esté a la altura del tiempo presente. Lee en esa invitación una auténtica pro-vocación que se siente impulsada a responder. Reconociendo que sus miembros también son parte del problema de la Iglesia en Chile, acoge el reto de contribuir a una inteligencia más lúcida, creativa y vital de la fe, revisando críticamente sus programas de formación para adecuarlos a los desafíos de la cultura actual y de la sabiduría del pueblo, con vistas a una teología más abierta y dialogante, en el contexto del cambio epocal que vivimos.
Animada por las palabras de Francisco, que pide que se diga lo que se siente, y con la esperanza de que él contribuya a superarlas o a que no se perpetúen, la carta enumera luego algunas situaciones concretas que dificultan esta tarea:
- Una deficiente valoración del ministerio teológico como servicio distinto del que compete al magisterio eclesiástico. La teología se ha debilitado fuertemente cuando sea transformado en una mera repetición del magisterio. La Facultad anhela que el servicio teológico, contribuyendo a la comunión en la Iglesia desde su lugar específico, goce de una legítima autonomía tanto en la investigación como en la docencia.
- Las restricciones e incluso exclusiones de teólogos y teólogas del ejercicio de su profesión, por haberlo hecho libre y críticamente, intentando responder a los desafíos propios de la cultura contemporánea, también han afectado negativamente el ejercicio teológico. La confusión de la actitud crítica y profética con la traición, así como los procedimientos faltos de transparencia y dominados por el sigilo, hacen daño al ejercicio de la teología y minan la confianza necesaria entre los teólogos y los pastores de la Iglesia.
- Los profesores que pertenecieron a la fraternidad sacerdotal liderada por Fernando Karadima, víctimas, ellos mismos, de abusos de conciencia y de autoridad, han hecho un profundo proceso de sanación y de reconciliación, y constituyen un aporte real para la Facultad, en la que han hallado un espacio de comunión, misericordia y perdón. El futuro de la comunión eclesial se construye también sobre esto.
- Las orientaciones teológicas y pastorales que el Papa ha dado en su carta requieren de formas jurídicas e institucionales que permitan su implementación, si no pueden quedar estériles. En esta línea preocupa que en el futuro los decanos de las facultades eclesiásticas deban ser nombrados o al menos confirmados por la Congregación para la Educación Católica (cf. Veritatis gaudium18). Lejos de ser un signo de confianza en una comunidad teológica, ello puede ser interpretado como un intento de dominio y control.
- Se valora el fuerte acento pneumatológico de la carta. El Espíritu Santo actúa en la Iglesia, ella vive por su gracia. Pero ese Espíritu actúa más allá de los límites visibles de la Iglesia, especialmente en los sencillos. También allí la teología debiera reconocer la acción del Espíritu. La Facultad quisiera ser un espacio abierto para el diálogo, el ensayo, la exploración y el discernimiento de dicha acción, en fructífera relación con el magisterio, desarrollando una teología más dócil al Espíritu.
Finalmente, la carta retoma la idea de que la invitación del Papa provoca a la teología a acompañar la Iglesia en salida, cuya misión es evangelizar, ser sal de la tierra, luz del mundo y levadura en la masa, solicita al Papa su bendición, y le asegura su leal colaboración y oración.