Por Roberto Soto Molina, Rector Colegio SS.CC. Viña del Mar
Natividad de Juan Bautista
Una visita profética
Hace pocos días los heraldosdel Papa, Charles Scicluna y Bartomeu llegaron a nuestro país con una misión especial. Ellos a nombre del Papa han denunciado la dolorosa verdad de los abusos en la Iglesia y se han reunido con personas y comunidades para acoger, escuchar y sobretodo animar la búsqueda de justicia y de comunión eclesial.
Estos mensajeros han sido especialmente significativos en este momento cuando nuestra comunidad eclesial chilena pasa por la mayor crisis de su historia. Es que la dinámica misión y mensajero es parte de la dimensión profética de los cristianos sean estos ministros consagrados o laicos. Esta dinámica profética se visualiza con nitidez y fuerza en el testimonio de Juan Bautista y es una invitación para todo cristiano a vivir su vocación desde la grandeza del amor y la fuerza del compromiso que invita a denunciar y anunciar.
Un gran profeta: Juan Bautista
Juan Bautista se nos presenta en el evangelio de Lucas como una persona especial. Su nombre insinúa algo fuera de lugar. No se llamará Zacarías como su padre, ni como ninguno de sus parientes como era de esperar en la cultura judía. Se llamará Juan (Lc 1: 60-63). Este nombre aparece como divinamente inspirado que genera expectativas respecto a su actuar futuro “¿Qué será de este niño? Se preguntan los familiares y amigos de Zacarías, su padre.
Ya el nombre de Juan, que del hebreo se traduce como Dios es misericordioso o Dios se ha apiadado, nos da luces respecto de su misión: manifestar la misericordia de Dios e invitar a la conversión a través del bautismo (Lc: 3:3)
Juan tenía consciencia de ser llamado por Dios a una misión especial. Esto es una característica propia de los profetas tal como señal Isaías. “Yahvé desde el seno materno me llamó” (Is 49: 1). Si bien es cierto, la tarea primera del profeta es anunciar buenas noticias, Profetizar implica denunciar el pecado, las malas prácticas. En definitiva, lo que nos aleja de Dios. Y esto conlleva quiebres e incluso violencia contra el modo normal de hacer las cosas. Por eso la consciencia de su mensaje es como una “espada afilada”. (Is 49:2)
El mensaje de Juan es una invitación a la conversión y a la justicia. Muchas personas acudían a él para bautizarse y cuando le preguntaban “¿Qué debemos hacer?” Su respuesta era clara “el que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene”(Lc 3: 11).A Juan también se le acercaron los publicanos a bautizarse, quienes tenían fama de explotadores, eran rechazados por los judíos por ser encargados de recaudar impuestos para el imperio romano que los oprimía. Y cuando ellos le preguntan “¿Qué debemos hacer? Juan les señala “No exijan más de los que está fijado” (Lc 3:13). Y cuando se le acercan los soldados a preguntarle que deben hacer para convertirse él les señala “No extorsionen a nadie, no hagan denuncias falsas y conténtense con su salario” (Lc 3: 14). De este modo el mensaje del Bautista es una invitación a la conversión por un mundo más fraterno y justo donde todos estamos llamados a compartir los bienes. Además, este nuevo orden pasa porque los funcionarios del estado no cobren más de lo establecido, ni utilicen el poder económico al servicio propio. Finalmente, pide a los militares ponerse al servicio de la paz contentándose con su sueldo.
Llamados anunciar y a denunciar
Nosotros, a diferencia de los oyentes de Juan, hemos recibido un bautismo en el Espíritu. En ese sacramento, el ministro después de ungir con óleo santo al recién bautizado, le proclama sacerdote, profetay rey. Esta proclamación nos vincula con la misión de servicio de Cristo.
En este contexto, ser profeta significa que cada uno de nosotros está llamado a proclamar la buena noticia del amor misericordioso de Dios y a denunciar todo aquello que se opone a la fraternidad y la justicia, tal como lo hizo Jesús, quien pasó haciendo el bien, sanando a los enfermos y proclamando el «reino de Dios.” No podemos vivir nuestra vocación profética como espectadores pasivos de lo que pasa en nuestra comunidad, en nuestra Iglesia, en nuestro trabajo, en nuestro país o en el mundo. Nuestra misión es testimoniar nuestra fe con protagonismo profético a favor de la vida, anunciando buenas noticias para los sin voz y denunciando aquello que se aleja de la justicia y fraternidad.
Sea en la escucha creyente de la Palabra, en la intimidad de la amistad con el Señor resucitado, en el santuario de nuestra conciencia o los signos de los tiempos, escuchemos la voz del Señor para amar con grandeza y luchar con fuerza por un mundo más fraterno y más justo.
Que la celebración de la Natividad de Juan el Bautista sea un momento de encuentro para renovar nuestra vocación profética.