Rafael García ss.cc.
Las Colonias Urbanas destacan, sobre todo, por dos cosas: por lo masivas que son y por la intensidad con la que se viven. Lo primero tiene que ver con que, de hecho, es impresionante la cantidad de gente que se reúne en torno a las actividades de colonias y eso, por cierto, es lo que le da a esta semana una intensidad particular, en la que todo el trabajo y la preparación están enfocados en ofrecer a los niños y niñas una experiencia llena de cariño y entretención. Y las colonias que acabamos de terminar no fueron la excepción.
Del 16 al 21 de julio, en el sector de Glorias Navales, Viña del Mar, vivimos una nueva versión de las Colonias Urbanas, tan intensas como multitudinarias. Contamos con casi 70 tíos y tías voluntarios (jóvenes entre 15 y 23 años) y con más de 100 niños y niñas de entre 4 a 14 años. A eso habría que sumarle el equipo de adultos voluntarios que estuvieron ayudándonos en la cocina cada día, venidos de las distintas comunidades de la Parroquia Jesucristo Misionero de Reñaca Alto.
Sin embargo, a pesar de que las Colonias vienen realizándose hace tantos años, esta vez quisimos darles un sentido diferente: un acento más marcado en la experiencia de servicio de los tíos y tías (a través de momentos formativos cada mañana y tarde) y, junto con eso, una identidad más latinoamericana en las actividades ofrecidas a los niños. Es por eso que cada día tuvo como centro algún país latinoamericano, con sus costumbres, sus bailes y sus tradiciones, de los cuales pudimos aprender gracias a las presentaciones y dinámicas.
Por el lado de los tíos y tías, pudimos reafirmar nuevamente que colonias es mucho más que una semana voluntarista de cansancio y de desgaste. Por supuesto que tiene de eso, ¡pero es tanto más! Es la experiencia de ir a descubrir que, en la medida que entregamos, recibimos; en la medida que servimos, crecemos y nos hacemos más humanos. Por lo tanto en el cariño tan intenso que se ha generado en estos días lo que aparece, junto con el rostro de los niños y niñas, es la certeza de que la herramienta más poderosa para transformar la realidad no es otra que el amor. El amor recibido, entregado y compartido.