La frase del título es de Nicolás Viel ss.cc. quien nos cuenta en estas sencillas líneas un encuentro entre distintos grupos a los que la congregación tiene la oportunidad de acompañar en Buenos Aires, Argentina.
El domingo 12 de agosto, en medio de un luminoso día, se juntaron en el centro de rehabilitación de jóvenes drogadependientes «Por decir» diversos grupos vinculados a la presencia de los Sagrados Corazones en Argentina. Por una parte estaban los mas de 40 jóvenes residentes junto al equipo que los acompaña, luego la pastoral familiar del Colegio Emaús y por último los jóvenes de la pastoral juvenil de la Parroquia San José en Libertad, Merlo. La presencia de estos diversos grupos le dio al encuentro un ambiente muy festivo.
Luego de compartir la merienda en una gran mesa, pudimos celebrar juntos la eucaristía. Hay dos imágenes que pueden ser sugerentes para comprender todo el evangelio que ahí estaba en juego. En primer lugar la mesa. Toda la vida de Jesús fue una mesa abierta para todos y todas. La presencia de Jesús hace que todos y todas tengan lugar. Con Jesús no hay jerarquía ni rigideces, solo alegría y fraternidad. Con Jesús todo alcanza. En segundo lugar la imagen del puente. La opción de fe permite que personas de realidades e historias muy diferentes se puedan encontrar para compartir y celebrar la fe como hermanos. La eucaristía que presidió el padre Félix, fue un gran encuentro lleno de diversidad. Todo lo vivido tuvo mucha emoción. En ella los jóvenes de distintos lugares y los padres del colegio pudieron mirarse a sí mismos para reconocer la fragilidad de sus historias, pero lo más hermoso es que pudieron mirar que no están solos. La mirada a la comunidad, que en torno a ese pan bajado del cielo que se ofrece como alimento, permite reconocer que caminamos junto a otros y que en los gestos más sencillos, como compartir el pan, se esconde el más grande de los misterios y el más hondo de los amores.