Por Patricia Abarca Aguad
“Estoy un poco nervioso y emocionado”, dijo Sergio al comenzar la homilía en la tarde de este martes en la catedral de Chillán.
Estaba desbordada de gente, y había esperanza en ese templo. Había varias emociones dando vueltas, en realidad. Había pena, porque, como dice el título de esta nota, hay cosas que no son normales. Pero había un cartel verde (esperanza) que decía: “Otra iglesia es posible (bienvenido hermano Sergio, Laicos de Chillán)”.
Y, en verdad, estábamos todos nerviosos, porque en esta nueva era, Sergio Pérez de Arce es el primer SS.CC. en asumir la responsabilidad de una diócesis, sea cual sea la figura. El punto es que sabemos quién es él. Conocemos no solo su corazón, sino también su forma de trabajar. Fue provincial de la congregación desde el 2005 hasta 2011. Luego acompañó a la Conferencia de Religiosos de Chile por un período, aportando en la organización y el método. Su llegada a Chillán, nos llena de esperanza. Es un brazo de la fraternidad SS.CC. en medio de esta crisis de la iglesia. Su homilía (Homilía Sergio Pérez de Arce), es una fuente de esperanza: advierte, atrevidamente, el dolor que han tenido que sufrir las víctimas y la importancia de la escucha reverencial en estos tiempos de la iglesia. Esa escucha que tiene que ver no solo con oír el relato de un hecho, sino que ser capaces de ponerse en el lugar de quien ha vivido y sufrido el abuso, el acoso, el poder… en definitiva, aquello que se aleja de Jesús y el evangelio.
“Ante todo”, dice Sergio en su homilía, “lo han pasado mal las víctimas de abusos. Lo han pasado mal desde hace muchos años, y lo siguen pasando mal porque, como ha dicho el Papa, “las heridas no prescriben”. Al oprobio del abuso mismo, han debido sumar el dolor de la no escucha, del descrédito y hasta del encubrimiento. El libro de los Proverbios nos ha dicho hoy: “El que cierra los oídos al clamor del débil llamará y no se le responderá”. Que el Señor nos ayude a tener más empatía con las víctimas».
Y luego dice: “convertirnos significa comprendernos más plenamente pueblo de Dios, todo él ungido por el Espíritu Santo. Cito al Papa Francisco en una carta al Cardenal Oulett en el año 2016: “Mirar al pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo (…) A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizados laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar. Nos hace bien recordar que la iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el santo pueblo fiel de Dios”.
La última cita de su homilía fue Esteban Gumucio. Sus versos resonaron en las blancas y altas paredes de esa catedral: «Termino con un poema del padre Esteban Gumucio, hermano querido de mi Congregación e hijo de una Iglesia profética y compasiva. Con sus palabras quiero renovar mi fe en Jesús:
Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo:
que nunca jamás me doblegue la bajeza,
que no me venza la mentira y la tristeza.
Quiero ser chispa de tu fuego y gota de tu fuente
y sal, y levadura, y simiente sembrada por tu mano:
pensando poco en mí, mucho en mi hermano.
Que sea contigo justicia de pobres,
respeto de débiles,
y vaya contigo, sin doblar la cabeza
a los amos del dinero y de la fuerza.
Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo.
Encontrar tu yugo suave y tu carga ligera
y llevar por todas partes,
en mi cuerpo y en mi alma,
tu vida en primavera».
La eucaristía finalizó con el nombramiento del vicario general, Luis Rocha Rocha, quien será la mano derecha del administrador apostólico.
Quienes acompañamos a Sergio esta tarde y por largos años de su ministerio sacerdotal, solo podemos invocar eso de: «Alabados sean los Sagrados Corazones de Jesús y de María”.