Enrique el carpintero, al modo de José. No solo ha puesto su talento constructor y artístico al servicio de cada comunidad donde ha estado, sino también ha regalado su ministerio durante 60 años con profundo compromiso con el evangelio de Jesús.
Un Valparaíso radiante recibió a quienes llegaron a acompañar a Enrique en la acción de gracias de sus bodas de diamante. En la histórica y fundacional iglesia SS.CC. del puerto hubo tiempo para recordar, rezar, escuchar, agradecer y celebrar. Este templo también vio crecer a Enrique y despertó su vocación religiosa en esta congregación.
Al finalizar su homilía, Enrique dijo que siempre ha tenido presente “la frase de san Pablo que puse en el recuerdo de mi primera misa, en ese momento me llamaba Félix, y hoy la repito con esperanza renovada por la edad: “Siempre que coman de este pan y beban de esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que vuelva”. Estas palabras me recuerdan que el Señor se acerca. Me siento viviendo un período en que el Señor Jesús me va ayudando a prepara la partida final”.
Uno de sus sobrinos, Luigi Della Valle, que habló al final de la eucaristía recogió dos rasgos de Enrique con los que se puede concordar rápidamente. Su discreción y su humor, este último tan característico de Enrique que ha sabido llevar y alimentar. Un número grande de familiares también hicieron más alegre la fiesta.
Por último, el padre Enrique estuvo atento a todos los saludos recibidos por distintos medios y agradece a todos los que hicieron llegar su cariño: “He podido leerlos y me han llenado de añoranzas recordando tantos hermosos encuentros en mi larga vida. Como tengo la costumbre de «enraizarme» muy profundamente en los lugares donde trabajo, y me cuesta cada vez más viajar, no los visito, pero están en mi oración y en mi corazón… ¡Muchas gracias por todo!».