Por René Cabezón Yáñez ss.cc. Superior Provincial
Este 14 de octubre del 2018 pasará a la historia como el día en que la iglesia reconoce a Romero y Montini como auténticos testigos de nuestra fe en medio de los desafíos y tensiones eclesiales y sociales del siglo XX. Se hace justicia humana y divina cuando el papa Francisco, reconoce formalmente la santidad de San Romero y San Pablo VI. Sin duda dos figuras señeras y controversiales, para aquellos con miradas conservadoras y no dialogantes en el mundo de hoy.
Una plaza abarrotada de peregrinos, se calcula sobre 90 mil personas, entre ellos, un par de miles de sacerdotes, cientos de obispos y cardenales venidos de todas las latitudes, en que se reconocía queestos dos hermanos son modelos de coherencia cristiana, junto a otros 5 canonizados, sobre los que Francisco afirmaba: “lo mismo (puede) decirse de Francisco Spinelli, de Vicente Romano, de María Catalina Kasper, de Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y de Nuncio Sulprizio. Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgar y de dejar. Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo».
Se informa que Francisco ha llevado en la ceremonia el cíngulo del primer santo salvadoreño, Óscar Romero, y ha usado su cáliz para la consagración. Asimismo, de Pablo VI ha llevado el palio y otra prenda litúrgica, con quien comparte un fuerte vínculo espiritual y teológico.
Francisco citando a san Pablo VI, recordaba en su homilía que: «Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto» (Exhort. ap. Gaudete in Domino, 9). Jesús nos invita hoy a regresar a las fuentes de la alegría, que son el encuentro con él, la valiente decisión de arriesgarnos a seguirlo, el placer de dejar algo para abrazar su camino. Los santos han recorrido este camino.Continuaba diciendo,“Pablo VI lo hizo, siguiendo el ejemplo del apóstol del que tomó su nombre. Al igual que él, gastó su vida por el evangelio de Cristo, atravesando nuevas fronteras y convirtiéndose en su testigo con el anuncio y el diálogo, profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres.Pablo VI, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús. También hoy nos exhorta, junto con el concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad. Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad (indemnidad), para entregar su vida según el evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos”.