Fiesta de todos los santos

Por Joaquín Molina Q. ss.cc.

Nos hace bien recordar las palabras del Papa Francisco en esta fiesta de todos los santos: “Los santos de todos los días”. Entiendo que se puede tomar como algo irrelevante el hacer eco de estas palabras en esta breve reflexión. No obstante, me parece propio, por lo menos para algunos, que miremos desde dos perspectivas esta fiesta litúrgica.

En primer lugar, una mirada desde nuestro santoral cristiano. Un memorial de los hombres y las mujeres que dieron y siguen dando testimonio de la vida en Cristo. Con los ojos fijos en Jesús, aquellos santos y santas, nos interpelan a dar todo de nosotros en este caminar de esperanza. Particularmente, como hijos e hijas de los Sagrados Corazones es una llamada a vivir como hijos de la Cruz(B.P). En parte, en el evangelio se nos dice que sean felices: “Los que están tristes, los humildes, los que cumplen la voluntad de Dios, los misericordiosos, los perseguidos, los que son insultados y perseguidos, los que trabajan por la paz ”. Ese es el camino de Jesús, la Cruz que vence a la muerte (envidia, egoísmo, abusos, y podemos nombrar tantos más).

En segundo lugar, desde la invitación del Papa. ¿Quiénes son los santos de todos los días? Ante esta pregunta me viene a la mente la situación de los apóstoles ante la declaración del Maestro que alguien lo entregará. ¿Seré yo Maestro?, es lo que me plantea el llamado de Francisco a vivir la santidad. Sí, somos nosotros, todos, quienes estamos en la vida diaria y transparentamos la santidad que Cristo ha transmitido. Como en tiempo pasado, la vida en santidad es la que se acerca a imitar a Cristo en todo, pero de modo fundamental la vida en el amor.

Seamos felices y fieles, porque participamos de la vida plena en Cristo. Nuestra recompensa es la esperanza. No la esperanza como justicia por nuestros sufrimientos, sino, la esperanza de: “Si muero hoy volveré a nacer en el pueblo santo de Dios”, parafraseando a san Romero de América.

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