Por Javier Cárdenas Hurtado ss.cc.
Los santos de la puerta del lado
1 R 17,10-16; Hb 9,24-28; Mc 12,38-44
En el evangelio de marcos hay dos escenas sorprendentemente opuestas. En la primera, Jesús quiere advertir de algunas personas que están al servicio de lo religioso y que su motivación principal no es Dios sino son ellos mismos. Por eso es que se olvidan de las personas.
Marcos nos advierte del peligro de correr solos, de no estar acompañados, de no formar comunidad, de que nadie nos pueda confrontar, porque vamos construyendo nuestros propios castillos y nuestras propias “religiones”. Esto es la imagen que Jesús ve en el templo y critica con tanta claridad: “les gusta pasearse con largas vestiduras… ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones”.
El evangelio nos advierte a nosotros y a todas las comunidades futuras que una religión que se olvida del ser humano no sirve. Son palabras de Jesús certeras y duras para desenmascarar una falsa religión, pero al igual que Elías, desea que volvamos a confiar en Dios como lo hace él después de una sequía pidiendo a una viuda pobre su último alimento que tenía para él y para su hijo. Esta viuda arriesga todo lo que posee.
El otro ejemplo, que está en íntima conexión con el de los escribas y con la primera lectura, es una imagen preciosa y delicada: Jesús se sienta afuera de la sala del tesoro del templo, quizás está con sus seguidores y amigos. Y comienza a observar cómo la gente depositaba su limosna. Ve acercarse a una viuda pobre la cual deposita dos moneditas de muy poco valor. Quizás Jesús, ya la había visto pedir limosna alrededor del templo. Jesús llama a sus discípulos (presentes y futuros) para que este hecho quede grabado a fuego en el corazón de las comunidades y les dice: “les aseguro que esta viuda pobre ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.Esta mujer se desprende de todo lo que tiene por Dios, no se guarda, ni se reserva nada. Su pequeño gran gesto nos abre al misterio de la verdadera religión: la plena confianza y entrega en el Dios de la vida, en el Dios de Jesús. Cuántas mujeres y hombres anónimos que dan su vida por sus comunidades, que entregan lo mejor de ellos mismos para seguir a Jesús. Son los “santos de la puerta del lado” como dice el papa Francisco. De ellos, los religiosos y religiosas, los sacerdotes y obispos, debemos aprender como lo hicieron en su momento los discípulos con Jesús.