Preparar una iglesia para niñas, niños y jóvenes

Fortalecer los protocolos de prevención de abusos y capacitar en la creación de una cultura de buen trato y cuidado en nuestras pastorales, ha sido el camino que se ha hecho en conjunto con las pastorales juveniles de la provincia.

“Tener protocolos de prevención y formación de personas que trabajan con niños, niñas, adolescentes y jóvenes hoy es una obligación para cualquier institución que trabaja con estos grupos”, dice Daniela Fontecilla, sicóloga que ha liderado el proceso de confección del documento Líneas y criterios para la construcción de ambientes de cuidado y relaciones de buen trato, que será asumido en todas las obras y parroquias donde sirven los SS.CC.

El tiempo de reflexión para llegar a este documento ha sido también un espacio de formación para asesores de pastoral juvenil, monitores, profesores y hermanos que trabajan con jóvenes y niñas y niños. “Estos espacios de capacitación y formación deben llevarnos a la reflexión profunda de todo lo que ha ocurrido. Se avanza, porque se va modificando el lenguaje, ahora se habla de buen trato, de abuso y de delitos, y no de pecado como se hizo siempre. Fue un proceso muy necesario donde se fueron compartiendo los criterios de cada grupo y las experiencias de quienes van más avanzados en la conciencia de estos temas”, dice Daniela.

El documento tiene 4 partes: definir los roles en relación a la prevención y la acción de situaciones de abuso sexual; promoción de espacios de cuidado y relaciones de buen trato; criterios y lineamientos concretos vinculados directamente al fenómeno del abuso sexual y su prevención; y protocolo de acción frente a situaciones de abuso, que incluye las denuncias de los hechos a la justicia.

Daniela Fontecilla advierte que “hoy en día hay criterios de estándares de trabajo con la población infantojuvenil en cuanto a sujetos de derecho, si son vulnerables o no, y ahí todos los que trabajan con este grupo deben hacerse responsables. La iglesia no puede estar al debe con esto”. Y también hace hincapié en la atención que se debe poner en la primera acogida al denunciante “porque es la puerta de entrada a la denuncia de la víctima sea como sea el abuso por el cual se sintió afectado. Esta instancia debe generar reparación, protección y cuidado, que son los elementos centrales de este proceso inicial. En cuanto a esta misma acogida, se estructuró un delegado para la recepción de las denuncias que es un laico por cada zona y obra de la congregación.

Además se constituyó un comité asesor para el cuidado y el buen trato de la pastoral juvenil, a través del cual se dará continuidad a las reflexiones y a la formación.

“Siendo profesional, mujer, creyente y madre, me identifico con toda la población que está absolutamente desilusionada. Pero por otro lado soy una agradecida de todas estas personas laicas, hombres y mujeres que han sido altamente generosos de no echar pie atrás, y que muchos de ellos siguen siendo católicos. Eso me moviliza, porque da cuenta de que hay que volver al centro. Y también ha sido sanador escuchar reflexiones de religiosos y religiosas y laicos en que asumen la labor urgente de hacer procesos importantes de relación, de escucha y reconocimiento de las atrocidades cometidas y de trabajar en nuevas formas de ser iglesia”, reflexiona Daniela.

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