Por Miguel Ángel Concha ss.cc.
Confrontación entre la traición de los discípulos y la fidelidad de Jesús
La Iglesia celebra cada año esta masiva fiesta dando inicio a la Semana Santa. Con la lectura de la entrada de Jesús en Jerusalén llena de alegría y confianza de la gente en él; el mesías humilde y servidor, mientras el pueblo de Dios presente en los templos espera ansioso la bendición de sus ramos. Este clima, contrasta con lo que viene después con las lecturas de la celebración: que nos hablan del ciervo sufriente (primera lectura) y del Cristo que se humilla “ocultando” su divinidad (2ª lectura), terminando con la lectura de la pasión de Jesús el mesías sufriente.
En Lucas es claro que los discípulos no están a la altura de las circunstancias: aparecen sus debilidades, cobardías, miedos y traiciones, en contraste con la serenidad de Jesús y su confianza en el Padre de hacer su voluntad hasta el final. Jesús llega al final de su vida como corolario de su misión salvadora por la humanidad. Detrás está el anuncio del Reino con gestos y palabras sanando, perdonando y dignificando a las personas con su amor misericordioso. Además, está el juicio religioso y el político injusto en donde la autoridad política no encuentra justificaciones para su detención, pero que finalmente se deja vencer por las autoridades religiosas entregándoselos para su juicio, castigo y condena.
Jesús ha venido a servir y no a ser servido, ha venido a romper –como fruto de su encarnación- con toda mentalidad, estructura, conducta que fruto del orgullo humano, aleja la posibilidad que las personas puedan encontrarse directa y trasparentemente con el Señor, el Dios de la vida, Dios de amor misericordioso, compasivo y gratuito, sin mérito alguno que exija a Dios por todo lo hecho. Por esto el judaísmo lo lleva al juicio injusto a padecer por su blasfemia religiosa. Nos preguntamos qué significa esto que nuestro Dios represente así a los últimos de la historia, a las víctimas crucificadas de todos los tiempos y al mismo tiempo, descubrir desde la resurrección, al Dios que salva a todo ser humano y a toda la creación. Nos preguntamos también: ¿Jesús me va salvando a mí solamente? ¿Y los demás? ¿Y los sufrientes, los excluidos y los que sufren injusticias? ¿La salvación es puramente “religiosa”, o también entran las realidades sociales, culturales, políticas y ecológicas?
¡Que en esta semana santa, recibamos una luz, una fuerza para nuestra conversión y fidelidad al Señor!
¡Feliz semana santa!