Por Mario Soto ss.cc.
Hch 10,34a.37-43; Col 3,1-4; Jn 20,1-9
“Ustedes han resucitado con Cristo. Su vida está oculta con Cristo, en Dios”
¿Por qué se mata a un hombre bueno como Jesús? Me atrevo a responder por dos motivos:
- Porque amenaza los privilegios de los poderosos. Las instituciones judías, los sumos sacerdotes, ven que la gente sigue a Jesús y ellos pierden el dominio sobre el pueblo. Pilatos que está a la cabeza del gobierno no ve delito en Jesús, aún así lo condena a muerte porque la presión de las autoridades religiosas de Israel es muy fuerte y el pueblo confundido reclama su muerte. Este motivo es de conveniencia política. Aquí cabe la pregunta, ¿cómo están nuestras instituciones políticas y religiosas? ¿Están cumpliendo su misión en la sociedad o están sirviéndose a sí mismas? ¿Las prácticas de abuso de poder y de conciencia están siendo corregidas?
- El otro motivo es la confusión de Judas y del pueblo que se deja dominar por la autoridad religiosa. Judas, así como todo ser humano en algún momento de su vida, no logra tener claridad sobre lo que quiere, lo que le parece bien y termina tomando una pésima decisión, traicionar la amistad y el proyecto de Jesús. Con esto se traiciona a sí mismo, al punto que no soporta su propia vida y se mata. Este motivo es personal. La falta de claridad sobre mi misión en la vida, sobre los valores por los que oriento mi vida, nos llevan a cometer grandes errores. Cabe la pregunta, ¿tengo claridad sobre mi vida?
¿Por qué Jesús no veló por sí mismo y huyó del peligro en que estaba? ¿Por qué acepto dar su vida hasta el final, sin claudicar a su misión?
Me atrevo a responder esto: por amor. Por fidelidad a sí mismo. Porque comprendió que era mejor ser fiel a su misión. Prefirió no retroceder y ser coherente con lo que vivió e hizo durante su vida. Porque amar hasta el punto que amó lo hizo plenamente feliz.
¿Por qué pudo hacerlo?
Porque depositó su confianza en su Padre infinitamente misericordioso. Porque amaba profundamente a la gente. Porque era coherente consigo mismo. Porque así su vida tenía sentido.
Jesús, este hombre que supo amar con fortaleza y mansedumbre, murió humanamente derrotado. Sin embargo, de él sale una luz potente que llega hasta nosotros hoy día. Su sabiduría, su manera de ser, sus hechos y palabras no se han olvidado. Gracias Jesús de Nazaret, hombre luz para todas las gentes y pueblos.
¡¡Dios lo resucitó!!
A este hombre magnífico, Jesús de Nazaret, Dios Padre lo resucitó y lo hizo Señor de vivos y muertos. Dios, con su resurrección lo constituyó en el camino de la vida verdadera. En el relato del bautismo, el Padre Dios nos dice ”este es mi hijo amado, en él me complazco” y en la transfiguración agrega “escúchenlo”, y Jesús dirá de sí: “yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Así están delante de cada uno dos caminos:
- El camino de la conveniencia política (sumos sacerdotes, Herodes y Pilato) y la confusión personal (Judas y el pueblo enardecido) que nos lleva a perdernos, y lleva a la muerte a los más pobres y al planeta.
- El camino de Jesús, el de la claridad personal sobre la misión de la propia vida, la unión con Dios Padre que da seguridad, el gusto de amar, el hacer el bien sobrepasando los obstáculos que presenta la realidad. Este camino es seguido por las mujeres y hombres discípulas de Jesús y el pueblo conciente.
En el amor, Dios reina para siempre, de modo resucitado, la primera en ver y gustar al resucitado es María Magdalena, luego Pedro y Juan, así nos llega hasta hoy.
¡¡Viva el resucitado!!