Por Comunidad SS.CC. de Valparaíso
El año 2016, en el contexto de las elecciones municipales celebradas en nuestros país, aconteció en Valparaíso un episodio que vino a quebrar la costumbre de la última década en el puerto: al fin resultaba electo un candidato que venía por fuera del duopolio político (Nueva Mayoría v/s Chile Vamos) y que, además de eso, llegaba al municipio luego de un proceso social de decisión que involucró a diversas organizaciones identificadas con la historia de Valparaíso. En pocas palabras, esta elección fue el escenario para ver cómo un movimiento social –diverso y nacido de las bases- lograba, después de mucho tiempo, hacerse del principal espacio de gobierno en una de las ciudades principales del país. De esa manera, Jorge Sharp (un abogado magallánico de 31 años, pero con toda su vida universitaria en Valparaíso) se instalaba como la sorpresa de las elecciones municipales de ese año y esa misma noche afirmaba en pleno centro de la ciudad: “ahora tenemos la oportunidad de que la gente gobierne en Valparaíso”. Comenzaba, entonces, el proyecto de la llamada “Alcaldía ciudadana”.
En estos poco menos de tres años en Valparaíso, se han multiplicado los espacios y las iniciativas de carácter social y comunitario. Se han activado las instancias vecinales y la formación de líderes barriales en los cerros, junto con la apertura de nuevos espacios que concretan la tan anhelada inclusión de grupos históricamente marginalizados, destacando la Oficina Comunal de la Mujer y la Oficina Comunal de Diversidades Sexuales. Lo importante para nosotros, sin embargo, es que notamos un cambio en el modo en que el municipio se presenta a la ciudadanía, ya no como un simple administrador de beneficios o subvenciones, sino, más bien, como un organismo cuyos protagonistas son los mismos ciudadanos y ciudadanas de Valparaíso, una institución que hoy está más claramente al servicio de las necesidades y propuestas de la gente y menos vinculada a los intereses de los grupos más privilegiados de la ciudad. Eso, por lo menos, es lo que hemos podido ver nosotros.
Pues bien, ¿qué le puede decir todo este proceso comunal a la Iglesia de Valparaíso? ¿Es posible identificar el caminar de nuestra diócesis con este nuevo modo de entender el servicio de la municipalidad? Creemos que sí. Y, de hecho, creemos que ya se han ido dando algunos pasos importantes.
Este año, la Iglesia de Valparaíso ha iniciado un “camino diocesano de discernimiento y planificación pastoral”, invitándonos a todos los creyentes a revisar nuestras relaciones comunitarias y a evaluar nuestro servicio y gestión pastoral, a través de procesos más claramente participativos de discernimiento y planificación. En pocas palabras, se ha ido instalando la idea de que es necesario comenzar a construir una Iglesia más decididamente sinodal, profética y esperanzadora, en la que todos los bautizados y bautizadas se sientan igualmente responsables de la renovación. En definitiva, comienza a emerger la posibilidad de construir una “Iglesia ciudadana”, en la que ya no quepa la autorreferencia ciega y la sospecha como modo de relacionarnos con lo que es distinto. Más bien, así como la alcaldía y la ciudadanía, la Iglesia comienza a reconocerse como constituida y sostenida por todo el Pueblo de Dios, valorando su diversidad interna y renunciando a la homogenización y a la predominancia de un grupo sobre el otro. Una comunidad donde, poco a poco, los que se sintieron marginados puedan ser reconocidos como miembros y hermanos plenos en la fe, sin importar si son curas o laicos, hombres o mujeres, jóvenes o viejos.
La alcaldía de Valparaíso cambió radicalmente su modo de entenderse a sí misma y de presentarse a la ciudadanía. Queremos creer que la Iglesia de Valparaíso, quizás a un paso un poco más pausado, comienza a hacer lo mismo y que, al final de este camino, ella misma se descubrirá llena de riquezas, ya no por su poder o su prestigio, sino, más bien, porque comenzó a pertenecerle cada día más a las personas. Ese es nuestro anhelo de una “Iglesia ciudadana”.