No puede cambiar la cultura del abuso de la que habla el papa Francisco, si no se raspan las estructuras enquistadas por dentro y desde lo profundo. Por eso al escuchar a Atilio Pizarro ss.cc., Edgar Pacheco ss.cc. (México) y Rafael García ss.cc. volvemos a afirmar el paso en este camino de recuperar la Iglesia profética.
Varias vueltas se dieron antes de comenzar a hacer el último proceso de preparación para los votos perpetuos. Se ríen cuando recuerdan todas las opciones que se presentaron, sin embargo, lo que lograron acordar, fue esta pequeña construcción de comunidad de cuatro hermanos junto a Cristian Sandoval como formador, en la que han viajado a vivir distintas experiencias de encuentro, trabajo y silencio durante un mes.
Edgar Pacheco Barcenas, fue invitado a este espacio porque vivió el noviciado con Atilio y Rafael en Chile y profesará sus votos perpetuos a fines de septiembre en la Iglesia Sagrados Corazones de Ciudad de México. Se ha unido a este tiempo de preparación que “ha sido un momento de reencuentro, de compartir experiencias que hemos vivido, compartir las ilusiones de lo que queremos vivir, lo que queremos hacer, cada uno en las distintas realidades eclesiales que tenemos en los países donde estamos presentes. Ha sido un tiempo muy grato para compartir nuevamente la vocación”.
Atilio y Rafael profesarán sus votos perpetuos en un mes más. El 24 de agosto a las 11 de la mañana en la parroquia Damián de Molokai en la comuna de San Joaquín, en Santiago (ver invitación).
Cuenta Rafa que este tiempo de preparación buscaba parar la rutina: “El ritmo general de la vida es tan loco que necesitábamos detenernos y mirar que se vienen los votos, que tampoco es tan extraordinario porque está en continuidad con todo lo anterior y proyecta mucho más, no es que aquí empiece algo o termine algo. Entonces este tiempito es para detenerse y poder ver bien qué significa este paso que vamos a dar teniendo un espacio en esta pequeña comunidad de cuatro hermanos que ha sido lo mejor. Armamos algo que nos hacía sentido; pudimos hacer una experiencia pequeña de inserción laboral, en un hogar de ancianos San José obrero en Hualpén, donde hicimos tareas de mantención: limpiamos, arreglamos muebles y pintamos. Fue bueno porque decimos que los votos que queremos profesar los hacemos desde una realidad específica, con un vínculo con las personas comunes y corrientes de las que somos parte”.
Atilio dice estar en paz para este paso del camino: “Y con la sensación de que, como dice la frase de Marcos que escogimos para los votos «¿No es este es el carpintero, el hijo de María?». Esto no es un espectáculo ni nosotros somos especiales. Es un seguimiento de Jesús, en el que queremos vivir nuestro discipulado desde una vida religiosa discreta, humana y cotidiana, con un sí definitivo como lo hacen los que se casan, o los laicos que se comprometen con el carpintero, el hijo de María. Y también estoy en paz sabiendo que hay una realidad eclesial difícil, que cuestiona mucho: en la facultad de Teología hace un tiempo escuchamos hablar a Marcela Aranda, y ella decía que sigue creyendo en la Iglesia de Jesús y en la Iglesia de todos los días. Recordé a Esteban (Gumucio), a las señoras de la población, al cpj. En esa Iglesia creo también, en la santa que tiene la humanidad misma, pero es santa y esa es la Iglesia de Jesús. Y es esta Iglesia cotidiana la que tiene que motivar, y la vida religiosa tiene algo de eso; vivimos el día a día como la toda la gente y como cualquier joven de nuestra edad”.
Edgar, en tanto, asume este tiempo con profunda responsabilidad “porque uno se consagra a Dios, y también se consagra a un pueblo determinado y a una Iglesia determinada, y eso tiene que ver con ser el rostro visible de Dios con la gente y es una responsabilidad muy fuerte; ¿seré el más indicado para este trabajo?, ¿lo haré bien? En ese sentido hay una responsabilidad. Tampoco es fácil consagrarse definitivamente en algo o a un proyecto para toda la vida, es difícil de llevar en el lugar que sea en los tiempos y la sociedad que vivimos, y ahí vienen los temores y las inseguridades. Por eso el discernimiento es tan importante”.
Iglesia sinodal
Profesar los votos perpetuos en esta realidad eclesial no da lo mismo. Rafael confiesa que “si nosotros no creyéramos que esto se va a renovar no estaríamos haciendo esto. Nosotros, como muchos miembros de la Iglesia, estamos comprometiéndonos y dando un paso, pero hay una apuesta detrás. Si a mi me dicen que la Iglesia va a seguir tal cual en los próximos 100 años, yo no profeso los votos. A pesar de que hemos conocido un rostro de ella que nos ha enamorado y nos da fuerza, creemos que tiene que darse un movimiento de renovación, de cambio y no solamente en el nombre, sino también en las estructuras: mayor participación de las mujeres, de los laicos en los lugares de decisión. Nuestra profesión es la manera de sumarnos a esos cambios”. A lo que Atilio añade: “puede ser que no veamos los cambios, pero vamos a contribuir a eso hoy”.
#SomosFamilia #SomosSSCC
Este nuevo paso también confirma el dónde vivir la Iglesia, con qué espiritualidad, con quiénes, y con qué pasajes del evangelio de Jesús. Para Edgar, “este carisma que compartimos sobrepasa las fronteras. Hay algo que nos une que es la fraternidad, a pesar de que somos culturas tan distintas y diversas, es el carisma el que nos puede dar esta unidad. Por eso me siento en casa aquí en Chile, porque convivo y comparto el mismo carisma y los mismos objetivos, y eso va generando el estilo de familia. Y de ahí viene el discernir y estar más seguro de la profesión perpetua, no solo a una congregación, sino a una comunidad de hermanos, que no somos perfectos, pero que tratamos de llevarnos bien y de tener esta comunión fraterna el uno con el otro”.
Atilio no conocía mucho a la congregación, solo conocía a algunos hermanos y le llamaba la atención cómo vivían la espiritualidad. “Después de ocho años aquí, puedo decir que esta es la espiritualidad que me mueve para tratar de ser mejor cristiano. Me he ido metiendo en las venas el ser Sagrados Corazones, y eso es potente. Cómo acompañar al otro desde el corazón, cuando en el fondo es Jesús quien anima y acompaña. He sido muy feliz en lugares que nunca pensé que iba a estar y con personas que jamás imaginé que iba a vivir. La congregación es más que los hermanos, nos vamos uniendo a otros y a otras y a sus causas como la diversidad sexual, el feminismo, el anticlericalismo. Y la espiritualidad ayuda mucho a eso porque nos vamos al corazón de la persona, que es lo sagrado. Ahí es donde Dios nos habla”.
Siendo exalumno de uno de los colegios SS.CC., Rafael tenía más internalizado el carisma. “En estos años fui descubriendo la congregación de verdad, a desidealizarla. Conocer a los hermanos y a las personas ha sido un desafío, porque uno se encuentra con que no todo es perfecto. Pero está la experiencia de que hemos sido amados en libertad. Aquí hemos podido ser nosotros mismos, donde la congregación ha promovido el llamado que Dios nos hizo a cada uno acompañados, de hermanos que han sido importantísimos en nuestra vida con su cariño, presencia y compañía. Y al final descubro que este es el lugar correcto para impulsar o para imaginar estos cambios de los que estamos hablando, o simplemente para ser feliz”.