Por Roberto Soto Molina, Rector Colegio SS.CC. Viña del Mar
Gen 18,20-32; Col 2,12-14; Lc 11,1-13
¿Cuándo rezamos a Dios?
Si esta pregunta fuera una encuesta nacional no nos resultaría extraño constatar en las estadísticas que la mayoría de las personas rezan en los momentos de dolor o de sufrimiento. Esto resulta comprensible pues cuando estamos ante situaciones límites tales como la enfermedad incurable de un ser querido o la pérdida de una persona amada la oración surge desde lo profundo como un clamor desesperado o una petición de lo imposible.
En el evangelio de hoy Jesús nos invita a rezar no tan solo en los momentos límites, sino también en lo cotidiano, en el día a día porque no caminamos solo en el sendero de la vida y Dios no es indiferente a lo que nos ocurre. Para enseñarnos a orar Jesús nos comparte su experiencia de oración.
El Padrenuestro
Ante todo Jesús nos dice que hemos de llamar a Dios padre. Jesús mismo utiliza esta forma para dirigirse a Dios (Lc 10:21-22; 23,34). Esta palabra es la traducción del original arameo Abba que se traduce como “Papito”. Jesús se relaciona con Dios con un lenguaje de espacial intimidad. Por esto, hemos de seguir esta invitación de Jesús al orar, teniendo conciencia que no estamos ante un juez o un auditor ante quien hemos de dar cuentas. Al orar hemos de tener conciencia que estamos ante quien nos ama incondicionalmente, que sabe de qué estamos hechos, que conoce nuestra fragilidad (Slm 103:14) que sabe de nuestros anhelos y que por todos los medios busca nuestra felicidad, pues la gloria De Dios es la vida del hombre (Ireneo de Lyon)
El Padrenuestro resume las convicciones y deseos de la oración cristiana: La invocación a Dios como Padre y un deseo de un mundo diferente.
Que el nombre De Dios sea santificado expresa el deseo de los profetas que Dios se manifiesta como El Salvador ante los ojos de todas las naciones (Is 5:16 Ez 20:41.) y que hombre y mujeres reconozcan este plan de salvación para el mundo.
La venida del reino ya se ha realizado en la obra de Jesús, pero el padrenuestro pide que se manifieste pronto y definitivamente en toda la tierra.
La invitación va a pedir a Dios cada día el alimento que necesitamos, que sabemos que hemos de conseguir con el sudor de la frente (Gn 3:17). No se trata de un pedido mágico. Se trata más bien de pedir su Espíritu para que con su fuerza podamos conseguir el pan.
El perdón de los pecados que permite el creyente vivir su vida como hijo de Dios es la obra específica de Dios, lo que nosotros somos incapaces de hacer. Pero Jesús lo relaciona aquí con nuestra actitud de perdón hacia los demás. Esta actitud fraterna no compra o merece nuestro perdón, pero es testimonios de la sensibilidad de nuestro pedido.
La última petición sobre la tentación, no pide a Dios el no ser tentado, si no el evitarnos una prueba tal que no podamos soportarla. En este contexto de San Agustín rezaba “Señor cuando me des la tentación no me des la ocasión y cuando me des la ocasión no me des la tentación. Esta oración da cuenta de nuestra fragilidad y el cuidado que hemos de tener con nuestra libertad, pues en las elecciones nos jugamos nuestra felicidad o desdicha.
¿Cómo debe ser nuestra oración?
La oración debe ser incansable en espera de recibir de Dios su gran don: el Espíritu (Lc 10: 13). Las dos parábolas expresan el tema de la insistencia en la oración y su eficacia. Si un amigo, nos dice la primera, da lo que se le pide ante la insistencia del otro, con más motivo Dios actuará así con los que se dirigen a él. Igualmente, insiste en la segunda parábola, la oración siempre alcanza su objetivo, el que pide recibe. Ahora bien, lo que se recibe no es automáticamente en lo que se pide, sino el don del Espíritu, que nos permite afrontar las situaciones de la vida con la fuerza de lo alto.
Resumiendo, el evangelio de hoy Jesús nos enseña a rezar compartiéndonos su experiencia de Hijo y a través del padrenuestro nos comparte las convicciones de la oración cristiana: Dios esta presente en nuestra vida personal y comunitaria y hemos de rezar constantemente no de una manera mecánica o con expectativas mágicas por que como decía Teresa de Jesús, “Orar es tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama».