Domingo 18 de agosto de 2019

¡Qué texto más inadecuado para que sea “buena noticia” el evangelio de Lucas en este día!  Es un pasaje violento el que escuchamos, está alimentado con imágenes atrevidas construidas desde rivalidades al interior de la familia puestas en su máxima tensión. Lo grave de esto, según Lucas, es que lo dice directamente Jesús de Nazaret, maestro de la paz y predicador de la fraternidad.

Hay que agregar que, una vez escuchado el evangelio se dice “Hermanos(as) esta es ‘Palabra de Dios’”. Espero que quienes lo comenten le den el contexto necesario para que las personas atentas a lo leído no lleguen a sus hogares a buscar en compensación las palabras de algún maestro del budismo o del sufismo, para encontrar ahí el mensaje espiritual que se anhela y que no se encuentra tan claramente en la eucaristía.

El texto de Jeremías, primera lectura de la que se omite el versículo 7, demanda contexto para ser entendido: Curiosamente con ese texto se puede llegar a decir algo sobre la salvación que se da en último momento a un individuo que lo está pasando mal, como es en este caso al profeta mencionado.  Pero de buenas a primeras, tampoco es un texto que sea de fácil comprensión.

A la última lectura, la Carta a los hebreos, le podemos conceder que sea un mensaje más pacifista, edificante y sus palabras inviten a la superación personal y mirar a Jesús como maestro a seguir… Hasta que el texto habla de llegar a la sangre en la pelea contra el pecado ¡Qué sobresalto! ¿Acaso no estamos hartos de sangre en nuestra vida cotidiana como para pedir más sangre desde la liturgia de la palabra? (Hace poco no más, 5 personas inocentes murieron al recibir algunas de las 70 balas que un individuo les disparó en un local de juegos de azar en la zona sur de Santiago.)

Alguien pensará que bien podría haberme detenido en la Carta a los Hebreos en aquello de “fijos los ojos en Jesús”, que tanto se ha comentado y se seguirá comentando. Sin embargo, en esta ocasión, paso.  Las 4 lecturas, tan fragmentarias en sí mismas, van por caminos distintos. En síntesis, lo más fácil de entender este domingo, lo más aproximable al mensaje del maestro de Nazaret es el contenido del salmo, si es que se lee, porque se puede cambiar por un canto afín.

Hace más de medio siglo, en diciembre de 1963, revista Mensaje, regaló a sus lectores una separata que se titulaba “Libertad en la Iglesia”. Estaba escrita por el profesor Hans Küng, el mismo al que en 1979 S. S. San Juan Pablo II le quitó el permiso para enseñar en las universidades católicas. ¿Y qué decía el respetado profesor Küng al término del escrito? señalaba que, entre tantas libertades en la Iglesia, era necesaria la libertad en la liturgia: “Un Dios, un Señor, un bautismo, una eucaristía – pero diferentes ritos, diferentes idiomas, diferentes personas, diferentes comunidades, diferentes formas de devoción, diferentes estilos de arte, diferentes oraciones, cánticos y vestimentas.”

¿Y en qué estamos 56 años después con Concilio Vaticano II incluido? Estamos cada domingo con rituales y lecturas que muchas veces nadie entiende, nadie recuerda, a nadie alimentan en su espíritu y a nadie le sirven para mirar su vida cotidiana a la luz de la fe. Estamos con textos de diferentes épocas e intenciones, dirigidos a destinatarios de otros tiempos. Ante lecturas de tan variado tenor no hay mucho que hacer. Esto ocurre también porque éstas se eligen desde la mirada de unos pocos iniciados, a los que en su conjunto les obedecemos sumisa y equivocadamente con un “Sí y amén”. Definitivamente esto hay que revisarlo para hacer de la Cena del Señor un encuentro realmente comunitario para todas las personas asistentes.

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