Tercer Domingo de Cuaresma 2020

Ex 17,3-7; Rom 5,1-2.5-8; Jn 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»
La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»
La mujer le dice: «Señor, dame de esa agua así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla.»
Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve.»
La mujer le contesta: «No tengo marido».
Jesús le dice: «Tienes razón que no tienes marido; has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.»
La mujer le dijo: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»
Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.»
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

Una vez más Jesús contempla a una mujer, le habla al ser humano que está frente a El y que conoce de verdad: su realidad, a qué pueblo pertenece y su interioridad. Se muestra cercano y le dice: «Dame de beber» no le importa que sea samaritana. En esos tiempos los judíos y samaritanos no se hablaban, tenían diferencias en donde celebrar el culto y que normas cumplir. 

A Jesús no le interesa discutir, solo acoger sin diferencias de ningún tipo, mucho menos por ser mujer. Siempre estuvo cercano a ellas, junto a los discípulos, muchas de ellas le acompañaban y seguían. 

La samaritana acostumbrada a esos tratos, le desafía de igual a igual, yo samaritana y tu judío, en el mismo nivel «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

A Jesús le interesa y atrae cada persona, y comienza un diálogo de amistad y amor, e invita a la samaritana de romper las cadenas del trato y de prejuicios, más allá de las normas y ritos. La trata con un respeto profundo y enseña el don del agua viva, la misma que recibimos en el bautismo, como una nueva forma de vivir, «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» y «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»Ella reconoce en Jesús un ser extraordinario, que inunda su alma y le ruega «Señor, dame de esa agua así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla.»

Jesús al decirle anda llama a tu marido y vuelve, tiende un puente de cercanía, sin reproches. Y luego valora que ella ha dicho la verdad. ¿Cómo no sentirse amada, querida y reconocida por El?  ¿Quién es este Señor, que se ha dirigido a mí, aquí y ahora?

Jesús la anima y anuncia, se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»

¿Qué significa adorar al Padre en espíritu y en verdad? No sólo asistir al templo, sino también acoger y amar a los hermanos y hermanas que sufren, que tienen necesidades básicas y espirituales, como la salud, la educación, la vivienda digna y un trabajo para vivir en familia, necesidad de ser escuchados, de ser consolados, sobre todo aquellos que han sido abusados de poder, de conciencia, sexualmente.  ¿Cuántas mujeres no se atreven a entrar a un templo por temor a la discriminación?

Chile vive hoy tiempos cruciales, de toma de decisiones que afectarán el futuro, seamos capaces de adorar a nuestro Padre/Madre Dios en espíritu y verdad, poniendo los ojos en los más débiles, los niños que deambulan en las calles, las mujeres marginadas y los adultos mayores que trabajan para subsistir por sus bajas pensiones.

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