Hch 2,14.36-41; 1 Ped 2,20-26; Jn 10,1-10
Hay ciertas veces que nosotros esperamos que Dios venga y nos reconforte con acciones y obras maravillosas, que resuenen en nuestro interior o que Dios haga la voluntad que nosotros anhelamos o deseamos. ¿No será que esos sentimientos están motivados por el “salteador” que escala por otro lado? Y en este sentido, nuestra conversión aún está en proceso.
En los tiempos que vivimos actualmente, de pandemia y dolor, ¿qué estamos deseando? Algunos querrán, con justa razón, poder salir y abrazarse con sus seres queridos, otros, solamente, desean salir con vida, y más de alguno, quiere ayudar. Pero hay otros…
Es imperativo hacer una introspección y revisar si, nuestros deseos son inspirados en las enseñanzas de nuestro Pastor, si escuchamos su voz, y al escuchar su llamado, salimos a su encuentro, para luego de salir, el Pastor nos guíe. Este es un punto crítico, porque habemos algunas ovejas que no nos dejamos guiar por el Pastor, no escuchamos su voz y salimos, sí, pero a hacer nuestra voluntad.
Jesús nos dice que los anteriores a él han sido ladrones y salteadores, es decir, falsos profetas y pastores ¿estamos seguros a quién estamos siguiendo? El Señor nos dice que sus ovejas no escuchan la voz del extraño, que huiremos de él, entonces, debemos preguntarnos ¿soy del rebaño del Señor? Quizás, he pensado y creído que pertenezco a él. En la intimidad con Dios, es una consulta que debo hacerme, ya que, hay veces que uno desea hacer la voluntad de Dios y termina pidiendo que Dios haga nuestra voluntad. Quizás no huyo de la voz del extraño y me dejo llevar por ella.
En tiempos de pandemia o crisis, muchos queremos ayudar y pensamos que nuestra fe nos lleva a ello, lo que está muy bien, dado que la Iglesia posee una diferencia sustancial con cualquier otra institución benéfica, nosotros, nos reunimos ante nuestro Pastor, que nos cuida, protege y llama a amar al prójimo, que nos da vida y vida en abundancia. Hoy ese amor que hemos conocido, en el que creemos debe ser permeado hacia nuestro prójimo no desde el arrebato, sino desde la prudencia. Comprendamos que la abundancia de vida tiene su proyección total y plena en la “vida Eterna”, no obstante, también podemos adelantarla al ahora viviendo una “buena vida” y encargándonos que otros también puedan vivirla. El Pastor nos guía para tener, no una vida a secas, sino, una BUENA VIDA. Si en verdad somos discípulos de Jesús, es imperativo que revisemos nuestros sentimientos, nuestros deseos, qué los motivan, nuestras actitudes hacia los demás; cómo me relaciono con el otro. No vaya a ser que, en vez de haber abierto la puerta del corral al Pastor, se nos haya pasado por encima de la valla el salteador.