Si nos preguntamos, ¿Quién es Susana Lussier? Muchos no sabrían qué contestar, porque no es un nombre que se nos viene a la mente, puede ser un nombre más entre otros, pero para muchos no dirá nada. Y si yo hago esta misma pregunta a nuestra Iglesia lo más probable es que no sabrán qué decir.
Ayer jueves 16 de julio, día en que celebramos la fiesta de la Virgen del Carmen ha partido al encuentro de los benditos, nuestra querida Susana en la ciudad de Caldera. Una gran amiga de la Congregación de los Sagrados Corazones y destacada religiosa que luchó con una energía admirable por los DDHH en los tiempos de la dictadura.
Susana nació el 27 de abril de 1927 en la ciudad de Montreal, Canadá e ingresó a la Congregación de Notre Dame dedicada a la formación educacional tanto en colegios y universidades. Susana por muchos años se dedicó a la formación de jóvenes en una de las universidades en Boston, Estados Unidos, participando en investigaciones científicas para erradicar algunas enfermedades en el continente africano. Para después llegar a Chile junto a su congregación a finales de la década de los 60 del siglo pasado a las poblaciones de la zona Oeste de Santiago.
Susana al llegar a nuestro país conoció la Iglesia de los pobres, de los pequeños que buscaban un anhelo profundo de justicia e igualdad. Enamorándose profundamente y haciendo suyo este anhelo, porque comprendió que la Buena Noticia no solo consistía en Anunciar la Palabra de Dios, sino que encarnarla, acompañarla en el proceso que el pueblo vivía. Fue entendiendo las palabras de Jesús dichas según Juan “… yo he venido para que tengan vida y en abundancia” ya que su manera de estar no podía ser solo de acompañar, sino hacerse en la medida de lo posible, una de ellas, compartiendo sus luchas, sus dolores y esperanzas. Susana al igual que el buen samaritano no pudo pasar indiferente por el camino, sino que se detuvo para ayudar al prójimo. Es por esto que no tuvo dificultad junto a otra religiosa, a sacar cuerpos del río Mapocho y enterrarlos a la orilla del mismo caudal arriesgando su propia vida. Ella misma decía que tuvo miedo, pero no podía quedarse quieta, tenían que sacar esos cuerpos porque eran personas, eran hijos de Dios.
Ante la violencia sistemática de la violación de los DDHH por la dictadura Cívico-militar de Pinochet, su congregación decidió partir a otra misión en Honduras, en donde han realizado una linda misión, pero ella decidió quedarse en Chile acompañando, resistiendo por amor a Jesús y al prójimo. Cuando la congregación le pide los motivos por los que dejaba el instituto, Susana no titubeó para responder: “… los votos son una devoción, pero el amor al prójimo, al pobre es una obligación…” aun estando fuera de su congregación, todos los años ella renovaba sus votos religiosos y comenzó a trabajar como obrera en una fábrica, aprendiendo el oficio de soldadora y así poder ganarse la vida, como los pobladores y compañeros de trabajo.
Ha comienzo del 2000 llega a vivir al norte de Chile, después de haber jubilado como soldadora porque quería un nuevo comienzo en su etapa de vida, así es como llega a Alto del Carmen en la región de Atacama, y después por temas de salud llega a vivir junto a Juan Barraza a la parroquia de la Santa Cruz en la ciudad de Vallenar, y después se traslada junto a Juan a Caldera donde vivió sus últimos días gozando del cariño del pueblo calderino. Partió a la casa del Padre en la noche del 16 de julio en donde se hace memoria agradecida a María, en donde, ella hizo vida la espiritualidad de Nuestra Señora, porque Susana fue una apasionada del Señor, aun con sus fragilidades fue una bienaventurada, teniendo un espíritu de pobre, procuró la paz, fue perseguida por causa de la justicia ( Mt 5,3,9-10) y todo esto porque le creyó al proyecto liberador de Jesús.
Querida Susanita, seguramente te has encontrado en el cielo a toda esa gente que amaste profundamente y has hecho tuya esas palabras de don Pedro Casaldáliga: “Al final del camino me dirán:
—¿Has vivido? ¿Has amado? Y tú, sin decir nada, abrirás el corazón lleno de nombres.”
Con la esperanza de la Resurrección nos unimos como Iglesia a esta acción de gracias por la vida de Susana.