¿Qué o quién podrá separarnos de su amor? 

El Señor es bondadoso y compasivo: ¿qué o quién podrá separarnos de su amor? 

En este texto del evangelio de Mateo, el amor de Jesús por los demás es inmenso. Se refleja en acciones como acoger, compadecerse, sanarlos y en el tremendo acto de alimentar a una multitud con solamente cinco panes y dos peces.

La gente necesitaba de Jesús y lo seguían, salían de las ciudades para verlo. Jesús se compadeció de ellos y dejó su tiempo a solas para sanar a los enfermos y alimentar a la gente, no sólo en espíritu, sino también físicamente.

Dentro de este contexto, en la historia, los discípulos reciben un mandato de Jesús. “Denles de comer ustedes mismos”. Jesús quiere hacerse cargo de esta multitud necesitada de él, pero no quiere hacerlo solo. ¿Por qué quiere invitarlos a ellos? ¿Qué quiere que vivan sus discípulos, qué quiere que aprendan? Quiere que sus apóstoles también les den de comer y conozcan el valor de “darse”, “alimentar a otros”, “acoger”, “cuidar”, “hacerse cargo de otro”, compadecerse. Y no importa qué tengan para poder hacerlo; solamente cinco panes y dos peces. Con lo poco, el Señor hace mucho. Con nuestra pequeña y frágil humanidad, el Señor hace grandes cosas.

El contexto de hoy no es tan distante al de este episodio de la multiplicación de los panes. Dada la situación de pandemia, la crisis social y económica en la que nos encontramos desde el año pasado, muchos estamos en situación de necesidad. Desde la necesidad económica, en la que tantos hermanos nuestros se encuentran con sus trabajos suspendidos o perdidos, hasta la necesidad de “estar con otros”, sentirse amados incondicionalmente, como Jesús lo hizo con la multitud en aquel lugar. He ahí donde el mandato de Jesús resuena en mis oídos: “denles de comer ustedes mismos”. Es aquí cuando lo poco que tengamos en habilidades blandas, en recursos, en buena salud o en capacidades, el Señor lo multiplicará para acoger, ayudar, alimentar a quienes lo necesitan a nuestro alrededor. Pero la compasión debe ser lo que nos mueva a darnos. Sentir con el otro, padecer con el otro. Sufrir con ellos, carecer con ellos. Esa es la actitud que da paso a la multiplicación de las gracias. Esta es la invitación del evangelio.

Y todos comerán hasta saciarse e incluso habrá sobreabundancia. 

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