Por más que lo sabemos, cuando llega el momento, por algún problema de salud o las alarmas que se nos disparan ante la situación de alguien cercano, nos repele afrontar la muerte tal y como es. Yo mismo, envuelto en este tiempo tan prolongado de pandemia, me da un no sé qué hablar ahora sobre ella. Sin embargo, me dejo llevar por Jesús que habla de un proceso de muerte y vida, de dar fruto. Se me va la imaginación a los campos de trigo que reflejan el dorado del sol y que son, ciertamente, envidiables. Pero claro soy consciente de que esta contemplación es fugaz y hay que volver a poner los pies en la tierra.
En realidad, vamos muriendo en las muertes de otros. Nos vamos gastando en el día a día. No somos los mismos del año anterior ni de hace diez años. Un proceso transformativo va acaeciendo. Cuando pasamos la mitad de la vida, aparece el inicio del camino de ser más conscientes de la propuesta de Jesús: morir para convertirnos en algo nuevo que sea sinónimo de alimento y de vida. Nos gustaría librarnos de “las horas malas”. Como el propio Jesús detectó en su misión. Él lo tenía bien claro: “para eso he venido”. ¿Sabemos realmente para qué estamos aquí? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Cómo es nuestro peregrinar como Iglesia?
La Iglesia también ha de morir. Ha de convertirse en grano humilde, con apariencia inservible, aunque con una potencia fecunda. Hemos de morir a nuestro afán de figurar, de querer aparentar, de gloriarnos de lo que en realidad es accesorio, de creernos todavía importantes, de pensar que podemos seguir como hasta ahora con “retoques” de imagen… ¡No, no! Morir es lo del grano de trigo. Morir es acoger el Evangelio de Jesús que habla de bienaventuranzas, de felices los pobres, de la levadura, de pequeñez y de cruz.
Cuando el Papa Francisco está haciendo una apuesta tan valiente por la sinodalidad, que es caminar todos juntos, aún sigue habiendo reticencias e inconvenientes. Hace falta morir a determinadas mentalidades que no dan ningún fruto, que no se encauzan hacia bien, que son alérgicas al sueño del Señor. ¿Por qué escuecen tanto algunos nombramientos de mujeres en lugares de toma de decisiones? Van llegando tímidamente las reformas, pero si vemos lo que está sucediendo en la sociedad civil, nos percataremos de lo atrasadísimos que estamos. Es que cuesta tanto caer en tierra y morir…
Morir es parte de nuestro vivir. Nos lo tenemos que decir más a menudo. Incluso decirnos que solo hay una vida, porque la muerte ha sido vencida desde la aparente insignificancia que es la del Mesías desnudo. Desnudo de todo. Visiblemente desnudo. No atado a nada. No queriendo parecer quien no es. Desnudo de todo artificio regala el grano de trigo preciado de su perdón. Desnudo de los protocolos del mundo, acoge la voluntad del Padre y la eleva en el madero de los últimos. Dios está desnudo, como el más humilde cereal. ¡Qué contraste! ¡Tenemos tantas capas, tantas posibilidades, que se nos olvida lo que es morir! Resulta que es una lección que no nos podemos saltar.