Hoy, en este Domingo de Ramos, puerta de entrada de la Semana Santa, vemos a Jesús rodeado de su pueblo que le recibió y aclamó agitando palmas; escuchamos el relato del vía crucis de Jesús, que muere injustamente y lo hace como acto de amor por todos nosotros. Toda esta síntesis hace preguntarnos ¿Cuál es nuestra postura interior frente a estos relatos? ¿Con quién o con quiénes nos identificamos en estos escritos?, ¿Creemos que Jesús realmente es el Hijo de Dios, que murió por nosotros porque nos amaba en extremo? ¿Hasta qué punto cambia nuestra vida, el conocer a este Jesús de Nazareth? Porque escuchar y rememorar el misterio de la Semana Santa, en el evangelio de hoy, nos hace pensar en el misterio de la vida y de la muerte. En nuestra vida y en nuestra propia muerte.
Recibir a Jesús, tal como lo recibieron en Jerusalén, nos alegra y nos da esperanza; es Él quien trae una buena nueva y nos invita a hacer vida esta buena noticia; porque recibir y aceptar que Jesús es el Señor y que viene a renovar nuestra vida, no puede quedar sólo en palabras o sentimientos, hoy más que nunca nos exige ser quienes llevemos ese mensaje de amor y entrega incondicional a todos los rincones, especialmente donde hay, soledad, falta de oportunidades y abandono.
¡El llamado es hoy! donde la vida está amenazada por un virus que nos ha dejado a todos, sin excepción, frente a un escenario de crisis e incertidumbre, llenos de dudas, pobreza, miedos e inseguridades. Es el tiempo de “ponerse a caminar” con Jesús, a quien recibimos montado en un humilde burro y acoger el llamado de hacerse uno con el otro, en especial con muchos hermanos y hermanas que son tratados desde la injusticia, la ignorancia, la exclusión y la violencia. La entrada triunfal de Jesús a Jerusalén hace pensar en las preguntas que plantea en una reflexión la profesora de historia y geografía, magister en teología feminista Paola Vielma A. “…¿A que Cristo recibo en mi corazón? ¿estoy recibiendo al Cristo poderoso, que lo veo en una imagen desde lejos o estoy recibiendo a ese Cristo pobre… a ese Cristo que es mujer trabajadora que no tiene nada para echar a la olla en este día …a ese Cristo que es ese niño, esa niña, compañero o compañera ignorado, que habla poco pero me escucha?…”
Escuchar la pasión de Cristo, nos invita a reflejarnos en quienes lo condenaron injustamente y también en quienes lo acompañaron en ese camino de torturas y que, en silencio, como testigos paralizados sufrieron y sintieron tanto miedo de ser descubiertos como seguidores de Él.
Hoy, nosotros que creemos y seguimos a Jesús, estamos invitados a llevar vida, sin miedo, a tantos escenarios de flagelo y muerte en nuestra sociedad, donde la desigualdad, la falta de equidad, el abuso de poder, la avaricia y egoísmo han hecho que desconozcamos al otro como mi prójimo.
La pasión y muerte de Jesús nos hace ver su rostro en los miles de niños, jóvenes, mujeres y ancianos que viven a diario soledad y la violencia.; nos muestra el eterno caminar de los pobres y postergados de nuestra sociedad que sin esperanza siguen esperando que la justicia social y moral llegue a ellos; la cruz de Jesús nos hace mirar a tantos hermanos y hermanas inmigrantes que caminan escapando del sufrimiento buscando ayuda y un sitio donde su vida sea dignificada. ¿podremos ser con ellos, como fue el Cirineo que sin prejuicio ayudó a cargar el peso de la Cruz a Jesús o como la Verónica que limpió y secó el rostro ensangrentado de Cristo?
Iniciar una nueva Semana Santa, este año, en medio de la pandemia y de los múltiples efectos sociales, económicos y éticos, no puede ser indiferente para ningún creyente en Jesús, por el contrario, debe ser una motivación a tomar la decisión de asumir, sin miedo, el llamado a acoger y estar, desde el amor verdadero, junto a quienes más lo necesitan.
“Te llevaban prisionero; yo también iba con ellos;
te clavaban en la cruz: yo te clavaba;
te insultaban malherido: te insultaba
y en la soledad del monte me quedaba indiferente
a dejar que muriera escarnecido un inocente,
mi mejor amigo, Jesucristo de la gente”
(Contemplación de la cruz – Esteban Gumucio V. ss.cc.)