Rafael Luis Alberto Arredondo Bobadilla falleció a los 82 años de vida. Casado con Gladys Yáñez, tuvieron 7 hijos. Fue un hombre querendón de su gente y de su Iglesia Católica. Nacido y criado en Codegua, en la VI región, nunca perdió sus profundas raíces rurales, a pesar de las más de 6 décadas que vivió en Santiago.
En sus más de 33 años de diácono permanente, nunca entendió los misteriosos designios de Dios que lo llevaron a ser el segundo diácono de la parroquia San Pedro y San Pablo en la comuna de La Granja, después de Rafael Carrasco.
El padre Manuel Donoso ss.cc, siendo párroco al final de los años 70, lo invitó a ser visitador del 1% llamado en ese entonces C.A.L.I.(Contribución a la Iglesia). Así, con las visitas casa a casa cada mes, comenzó su cercanía con la pastoral y se enamoró de la dimensión misionera que conllevaba este servicio. Hasta el final de su vida se preocupó por ser una Iglesia misionera o, dicho en palabras del papa Francisco, una “Iglesia en salida”, lo que lo marcó a fuego. Por más de una década organizó, junto a un grupo de laicos y laicas, misiones en los veranos, en diversas localidades rurales de la VI región.
Otra dimensión que lo cautivó fue su deseo de formarse y compartir esa formación – fue un gran autodidacta – a través de decenas de talleres y cursos de catequesis, especialmente la bautismal, que realizó en la parroquia, en el decanato y en otras parroquias.
En la década de los años 90 fue invitado a ser parte del directorio de la Fundación Damián de Molokai, ayudando a este ente legal a patrocinar y financiar cientos de proyectos sociales en los ámbitos de las adicciones, el apoyo a los enfermos de Sida, y la formación escolar y profesional de niños y jóvenes. Su sensibilidad solidaria y cercanía con los pobres contribuyeron en los criterios y entrega de becas y apoyos fraternos a servicios pastorales muy valiosos.
Fue elegido por la Congregación en Chile, para representar al mundo de las parroquias populares en la beatificación del padre Damián de Molokai ceremonia que se realizó en Bélgica, el año 1995.
También participó con gran entusiasmo en los comienzos de la Rama Secular en Chile.
La característica que más destacaría en Rafael fue su espíritu misionero y alegre promotor de la evangelización. Esto lo hizo ser un activista en lo formativo, en lo catequético y solidario. En las últimas décadas, se dedicó con discreción a la búsqueda de vocaciones diaconales, invitando y apoyando a hermanos a discernir esta vocación junto a sus familiares y amigos. Ya con el peso de los años y el duro golpe del fallecimiento de su esposa y dos de sus hijos, sumado a sus enfermedades, aminoraron sus fuerzas, pero no su fe y gratitud a Dios por todo lo vivido como agente pastoral llamado siempre a la conversión y al servicio. Tengamos muy presente a su familia y de modo especial a su hijo Nicolás que lo cuidó y acompañó estos últimos 5 años.
Hoy damos gracias por su vida y acompañamos a su familia en su dolor, con el consuelo de su encuentro con el Padre.