Los pobres deben ocupar la “primera línea” de nuestra preocupación y ocupación humana y espiritual. Con esta afirmación podríamos acercarnos a leer y meditar el mensaje del Papa Francisco con motivo de la Vta. Jornada Mundial de los Pobres, bajo el aguijón de la cita bíblica: «Siempre tienes a los pobres contigo» (Mc 14,7).
Este valioso mensaje nos deja con una serie de interpelaciones y tareas en lo personal, comunitario y también a la sociedad y sus gobiernos.
Lo primero que deja claro Francisco y que reivindica con fuerza, es que los pobres no son solo destinatarios y objetos de nuestra caridad, sino son personas y hermanos sujetos de derechos, de buen trato y dignidad, con quienes se verifica un discipulado de Jesús donde ellos, “nos evangelizan” y “tienen mucho que enseñarnos” porque participan del “sensum fidei” y con su “propio sufrimiento conocen al Cristo sufriente”.
En segundo lugar, este significativo mensaje del Papa es un fuerte llamado, en estos tiempos de tanto dolor provocado por la pandemia que ha profundizado las injusticias en muchas partes del mundo, para crecer en solidaridad empática y capacidad de generar iniciativas transformadoras, estando atentos a las “nuevas formas de pobrezas”.
Francisco nos resume su mirada recordando el testimonio de nuestro querido hermano Damián de Molokai ss.cc.: “los creyentes, cuando quieren ver a Jesús en persona y tocarlo con la mano, saben a dónde acudir: los pobres son el sacramento de Cristo, representan su persona y se refieren a él.
Tenemos muchos ejemplos de santos que han hecho de compartir con los pobres su proyecto de vida. Pienso, entre otros, en el padre Damián de Veuster, santo apóstol de los leprosos. Con gran generosidad respondió al llamado para ir a la isla de Molokai, que se había convertido en un gueto accesible solo para leprosos, para vivir y morir con ellos. Se arremangó e hizo todo lo posible para que la vida de los pobres enfermos y marginados, reducidos a la degradación extrema, valiera la pena. Se hizo médico y enfermero, sin importar los riesgos que corría y en esa «colonia de la muerte», como se llamaba a la isla, trajo la luz del amor. También lo golpeó la lepra, signo de total compartir con los hermanos y hermanas por quienes había dado su vida. Su testimonio es muy actual en nuestros días”.
Por último, termina el Papa apelando a una espiritualidad encarnada y no intelectual: “a los pobres se les abraza, no se les cuenta» (cita del sacerdote italiano Primo Mazzolari, en proceso de beatificación, 1890-1959).
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