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Diáconos, con el auténtico poder en la Iglesia: el servicio

En el Día de San Lorenzo, destacamos la labor de nuestros diáconos, agradecemos su compromiso con la iglesia y nuestra congregación, y nos hacemos cargo de las reflexiones y debates de contexto que hoy están más presente marcando el camino sinodal de nuestra iglesia.

«Los diáconos no serán “medio sacerdotes”, o curas de segunda categoría, ni “monaguillos de lujo”; no, por ese camino no se va; serán servidores solícitos que hacen todo lo posible para que nadie quede excluido y el amor del Señor toque concretamente la vida de las personas. En definitiva, se podría resumir la espiritualidad diaconal, es decir, la espiritualidad del servicio, en pocas palabras: disponibilidad dentro y apertura fuera». Así les advirtió el papa Francisco a 140 diáconos permanentes de la diócesis de Roma, que lo visitaron con sus esposas el pasado 19 de junio, oportunidad en que, además, les esbozó su tarea.

El Concilio Vaticano II, recordó el Pontífice, y en particular la Lumen Gentium, dice que a los diáconos «se les dan las manos no para el sacerdocio, sino para el servicio». Una diferencia «no insignificante», señaló el Papa, porque el diaconado -antes reducido a una orden de paso al sacerdocio- «recupera así su lugar y su especificidad». Y esto «ayuda a superar la lacra del clericalismo, que sitúa a una casta de sacerdotes ‘por encima’ del Pueblo de Dios».

Lorenzo, patrono

En nuestra iglesia, Lorenzo de Roma, quien fue martirizado el 10 de agosto del año 258 d.C, es uno de los santos más importantes después de san Pedro y de San Pablo y su vida ha llenado el nombre de miles de situaciones, instituciones, experiencias, fenómenos, que hoy llevan su nombre.

Desde las Perseidas, aquella lluvia de meteoros provocada por la cola de polvo cósmico que el cometa Swift-Tuttle suelta a su paso, llamada “lágrimas de San Lorenzo”, siguiendo por el Club Deportivo San Lorenzo de Buenos Aires del cual el papa Jorge Bergoglio es un reconocido hincha, o por la Basílica homónima de Roma, el ser considerado patrono de cocineros, curtidores y mineros, y las innumerables parroquias, monasterios, avenidas, calles y pasajes, poblaciones y condominios, comunas, municipalidades y distritos, establecimientos educacionales y hospitalarios e instituciones sociales, organizaciones de adultos mayores y de todo tipo de deportes. San Lorenzo es así, uno de los santos más ampliamente venerados en el mundo y la historia lo recuerda especialmente por su principal atributo: el servicio.

Lorenzo fue ordenado diácono en 257 por el papa Sixto II. En este cargo le correspondió asumir, ya en el siglo tercero, la administración de los bienes de la Iglesia y el cuidado de los pobres. Por esas tareas administrativas que asumió, la tradición eclesial lo considera uno de los primeros archivistas y tesoreros de la Iglesia.

Diaconado SSCC

Pero, ante todo, Lorenzo es oficialmente el santo patrono de los diáconos. En en el contexto espiritual de san Lorenzo ¿Qué experiencia gozosa ha tenido en este servicio? consultamos a algunos nuestros hermanos diáconos que son parte de la Congregación de los Sagrados Corazones o que están vinculados a nuestra familia por las parroquias en que sirven.

“Entre las experiencias más hermosas que he tenido”, comenta Carlos Eduardo Tejo Gajardo, diácono permanente de la parroquia San Damián de Molokai, desde hace 18 años que cumple hoy, “ha sido poder acompañar a muchas personas muy buenas, que han fallecido cuando rezo el quinto misterio e invoco a la Santísima Virgen. Esas han sido experiencias llenas de gozo al ver que una persona se va en la gracia de Dios. También está el acompañar matrimonios en peligro de disolverse, de pelearse, incluso del propio matrimonio cuando uno mismo pone en peligro por una excesiva ausencia de la casa”.

Luego acota: “El poder superar todas esas cosas, es lo que lo lleva a uno a tener un servicio diaconal permanente para hacer planes y proyectos juntos. Esas son las cosas que más que más satisfacción dan a un diácono, tener un buen entendimiento con el párroco con los hermanos de las comunidades y las gentes más necesitadas que a uno le toca escuchar y acompañar. Eso es lo más satisfactorio para un diácono”.

Nazario Martínez Bórquez, casado con María Eugenia Muñoz Uribe, diácono permanente desde hace 24 años, de la parroquia San José de La Unión, dice que “nadie es profeta en su tierra”. Él es oriundo de Osorno y por razones de trabajo llegó hasta La Unión en el año 1987, cuando era párroco el padre Esteban Gumucio. Y explica: “fui muy bien acogido por toda la comunidad y el padre Esteban me ayudó mucho porque llegué sin tener amigos y sin conocer a nadie. La verdad es que venía mal sicológicamente. Eso ha sido mi felicidad más grande junto con ver la satisfacción de mi gente al ser servidos. Eso me llena, especialmente en el mundo rural donde todos son más receptivos y agradecidos. El cariño que me demuestran es algo hermoso y lo agradezco”.

Dice que el padre Esteban “en cuanto llegué me dio responsabilidad pastorales”. Primero fue en la catequesis de niños, luego en el consejo pastoral, y “ligerito me llamó al diaconado. En Osorno dejé mis hermanos biológicos pero aquí encontré a muchos hermanos en Jesús”, afirma.

Por su parte René Alvarado Favio, diácono permanente de la parroquia San Pedro y San Pablo, cuenta con emoción que su “primera experiencia gozosa, que dejó llenita mi alma, fue cuando el padre Esteban Gumucio, me cruzó la estola, consagrándome diácono permanente, el 7 de agosto de 1999, en la Catedral Metropolitana de Santiago”.

Otra experiencia maravillosa, prosigue René, “fue cuando tuve la ocurrencia de llamar adelante a todos los novios que estaban presente en ese momento en la parroquia San Pedro y San Pablo, para bendecirles. Entre ellos había una pareja, ella chilena y él norteamericano, quien al terminar me dijo que habían quedado muy motivados y que les había gustado tanto ese gesto, que volverían a Chile para que hiciera una ceremonia igual. Tiempo después, confirmaron su deseo y pude bendecir también ese casamiento”.

René Alvarado, junto a su esposa María Elena Ponce, recibieron la condecoración que realiza la Orden Santiago Apóstol en una ceremonia realizada en la Catedral y presidida por el ahora cardenal Celestino Aós. Ese recuerdo está “entre las cosas que guardo con mucho cariño pero no deja de darme pudor”, concluye el diácono.

En la diócesis de Valparaíso, Leonardo Córdova Castillo, diácono permanente de la parroquia Jesucristo Misionero de Reñaca Alto, cuando se aprontaba con su esposa Paula Osorio a celebrar hoy sus dos años de ordenación, nos comentó que ha experimentado dos momentos de alegría muy fuertes: “Uno, cuando las familias no encuentran un sacerdote que celebre las exequias de un ser querido, sobre todo en este tiempo de pandemia, y acuden a uno. Uno les consuela con la Palabra de Dios y ellos se sienten esperanzados en el Dios de la Vida. Y el otro momento, es cuando somos llamado ante una urgencia, de un niño o niña que nace con dificultades y que va a morir. Legamos para bautizar y regalarle a esos padres, en medio de su mayor dolor, la cercanía y el amor de Dios, logrando paz y seguridad, tranquilidad y consuelo, como luego lo dicen al agradecer”.

“Para uno eso es una maravilla”, indica con entusiasmo y añade que “es doblemente hermoso, cuando en la intensidad de ese momento, lo menos importante es el nombre de quien administró el sacramento. Uno se va feliz porque ha sido un siervo a los pies de los demás, el servicio a quienes más sufren”, concluye.

Y el diácono más joven de la familia, Atilio Pizarro Lobos, religioso ss.cc. y diácono en transición al sacerdocio, llega fácil al punto en común de los testimonios: “lo que más me me ha sorprendido en estas dos semanas que llevo de diácono, es el cariño de la gente y de la comunidad, incluso sin conocer aún a las personas”, dice.

En memoria

Sin embargo, hay dos compañeros también ligados a la Congregación, que vivieron su pascua este año 2021.

Rafael Luis Alberto Arredondo Bobadilla, falleció el 24 de mayo pasado, a los 82 años de vida, víctima del covid-19. Él estuvo casado con Gladys Yáñez, y ambos fueron padre y madre de sus 7 hijos. Iniciado en la rama secular de los Sagrados Corazones, Rafael llegó a ser el segundo diácono de la parroquia San Pedro y San Pablo, en la comuna de La Granja, después de Rafael Carrasco, a quien también llevamos en la memoria.

Y un poquito más al norte y meses después, en la parroquia San Damián de Molokai, partió el 24 de julio pasado, a los 72 años de edad, el diácono permanente Juan de Dios Zúñiga Yáñez, quien estuvo casado 59 años con América del Carmen Espinoza Salinas, y con quien tuvo cuatro hijos.

Zúñiga realizó su servicio diaconal ligado a la Congregación de los Sagrados Corazones desde que fue consagrado, en el año 1994.

Espíritu generoso

Así es como el “diaconado permanente”, que es ejercido por hombres no orientados a ser presbíteros, goza de un gran reconocimiento en sus respectivas comunidades, y en particular, en el contexto de la espiritualidad de los Sagrados Corazones.

De ello se encarga de señalarlo el laico Rafael Silva, coordinador de gestión parroquial en nuestra provincia SSCC, quien señala que “el espíritu de servicio que desarrollan los diáconos es muy generoso. Ellos están disponible donde hay una necesidad”.

“He visto a estos hermanos, compartir el liderazgo pastoral y aportar con sus capacidades personales a toda la diócesis”. Y es más, “el hecho de vivir cotidianamente en una familia, y tener un matrimonio activo, les proporciona un conocimiento vital sobre los diferentes desafíos que acompañan”.

“Por eso, –añade Rafael– son capaces de mostrar la cercanía y sencillez de Jesús en su aporte a nuestras parroquias”, lo que viene siendo una característica central en el servicio.

“En síntesis –dijo el coordinador de gestión parroquial– estimo fundamental para nuestras parroquias, su servicio generoso y desde la experiencia de la familia-matrimonio y el trabajo”.

Diáconos No Clericales

En su discurso a los diáconos de Roma, Francisco, dijo que «los diáconos, precisamente porque se dedican al servicio del pueblo de Dios, recuerdan que en el cuerpo eclesial nadie puede elevarse por encima de los demás. Todos estamos llamados a abajarnos porque Jesús se abajó y se hizo siervo de todos». Con buen humor ha añadido que «los diáconos no son ‘medio sacerdotes’ ni ‘monaguillos de lujo’ sino servidores diligentes para que el amor de Dios toque la vida de las personas».

Según el Papa, «el diaconado, siguiendo la vía maestra del Concilio, nos lleva al centro del misterio de la Iglesia. Así como he hablado de ‘Iglesia constitutivamente misionera’, y de Iglesia ‘constitutivamente sinodal’, os digo que debemos hablar de ‘Iglesia constitutivamente diaconal’, pues sin esa dimensión de servicio todos los ministerios se vacían desde dentro y se vuelven estériles».

El Santo Padre les ha recordado que la principal tarea de los diáconos permanentes no es la liturgia, aunque muchas veces la presidan, sino «los oficios de la caridad y de la administración». Y les ha dado tres consejos: «Ser humildes», «ser buenos esposos y padres… y buenos abuelos», y «ser centinelas para ver a Jesús en los pobres y los necesitados».

En esta línea, René Cabezón, sscc, provincial de la Congregación, reconoce que siempre hay un “peligro que se conviertan en pequeños sacerdotes o que desarrollen un estilo clerical Eso ha frenado el entusiasmo en algunas parroquias, pero debemos reconocer que de los actuales diáconos en las obras de la Congregación, son personas que han desarrollado un servicio aportando desde su identidad familiar y laboral que le es tan propia al diácono permanente”.

Por ello, René, afirma: “el diaconado permanente en las parroquias bajo nuestra responsabilidad pastoral ha sido muy fructífero; y tenemos mucho que agradecer. Ellos y sus familias han acompañado comunidades, coordinado áreas y servicios sacramentales y de catequesis de manera muy positiva. Ellos han desempeñado este ministerio ordenado de manera sinodal con los sacerdotes y religiosas; y han promueven muchas vocaciones de laicos al servicio de las parroquias como agentes pastorales y a otros, su vocación social y política en su entorno poblacional”.

Mujeres diaconisas

En el Sínodo de la Amazonía, cuando concluyó en octubre de 2019, la segunda de un total de 20 propuestas votadas por la asamblea, decía: “A favor del diaconado femenino y del ministerio de la mujer dirigente de la comunidad”.

Fue en esta instancia que tenemos más próxima para no remitirnos a la antigüedad, que se discutió el tema del lugar de las mujeres en la iglesia, oportunidad en que el obispo de Potosí (Bolivia), Ricardo Centellas, y en ese momento presidente del Episcopado Boliviano, afirmó que “la visión del varón y de la mujer son complementarias, son distintas, pero no contrarias, la manera de afrontar la vida, de enfrentar los problemas, la manera de hacer que la Iglesia camine en comunidad”.

En el mismo sentido, la integrante del sínodo amazónico, hermana Rose Bertoldo, de la Red un Grito por la Vida y auditora sinodal, dijo que “no es posible negar nuestra presencia en las comunidades, nosotras somos Iglesia y hacemos Iglesia”.

Lo señaló también la teóloga, laica, española, nombrada recientemente en la Comisión Metodológica del Sínodo de Obispos en 2023, María Cristina Inogés-Sánz, en una entrevista de Kairós News: “Desde el momento que existe el diaconado permanente masculino, es decir, el diaconado que no está encaminado al sacerdocio, no entiendo por qué no hay mujeres que puedan acceder a ese mismo diaconado. No cabe en la cabeza de nadie –en la de alguno sí, evidentemente– sobre todo cuando hay muchas mujeres que ya ejercen funciones de diaconado plenísimamente”.

Del mismo modo y de manera simple, lo afirmó nuestro hermano Atilio Pizarro, cuando fue entrevistado en vísperas de su ordenación: “Espero y anhelo que el diaconado lo pueda vivir a ejemplo de muchas mujeres, que he visto que han sido diaconisas en la iglesia. Mujeres que he visto en mi parroquia de origen, en Caldera, mujeres en Brasil, que, desde su dolor, desde su precariedad, se ofrecen y hacen una misión preciosa por el reino, en sus comunidades campesinas, rurales. Yo sé que San Lorenzo es importante, porque es el patrono de los diáconos pero esta vez quiero pedir a esas mujeres diaconisas, santas mujeres, que pasan inadvertidas, pero que son santas en lo cotidiano, pedirles que me acompañen. Que sean las matriarcas que lideren este proceso. Que ellas me muestren a Jesús en el modo de servir. Que sean las que me corrijan y me feliciten. Las santas mujeres cotidianas, que están ahí”.

Lorenzo, mártir

En el siglo III después de Cristo, el emperador Valeriano proclamó un edicto de persecución en el que prohibía el culto cristiano y las reuniones en los cementerios.

Aprovechando el reciente asesinato del papa, el alcalde de Roma, ordenó a Lorenzo que entregara las riquezas de la Iglesia.

Lorenzo entonces pidió tres días para poder recolectarlas y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba.

Al tercer día, compareció ante el prefecto, y le presentó los pobres y enfermos que había congregado y le dijo que esos eran los verdaderos tesoros de la Iglesia.

El prefecto, entonces, le dijo: «Osas burlarte de Roma y del Emperador, y perecerás. Pero no creas que morirás en un instante, lo harás lentamente y soportando el mayor dolor de tu vida». Fue quemado vivo en una parrilla, cerca del Campo de Verano, en Roma. Su fiesta es cada 10 de agosto, día en el que recibió el martirio. Y fue fue enterrado en la Via Tiburtina, en las catacumbas de Ciriaca, por Hipólito de Roma y el presbítero Justino.

Un siglo más tarde, el papa Dámaso I (366-384) reconstruyó la iglesia, hoy en día conocida como La Basílica de San Lorenzo Extramuros o Casa de Dámaso, mientras que la iglesia de San Lorenzo in Panisperna se alza sobre el lugar de su martirio. / AP