El 24 de julio pasado, falleció a sus 72 años de edad, nuestro hermano, diácono permanente Juan de Dios Zúñiga Yáñez, un servidor por excelencia de la parroquia San Damián de Molokai de la Zona Sur de Santiago.
Juanito, como se le denominaba con cariño todos quienes lo conocían, construyó una familia por más de 50 años junto a su esposa, la señora América del Carmen Espinoza Salinas. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Viviana, Juan, William y Verónica.
En este mes, el pasado día 3 de agosto, hubiera cumplido 18 años de diaconado permanente. Por ello, también fue recordado por la Congregación en la nota sobre el diaconado, publicada recientemente (ver aquí).
Como indicamos en ese momento, llamó espiritualmente la atención que mientras Juan nos vivía su momento pascual, otro diácono era ordenado en la Congregación, aunque fuese en tránsito al sacerdocio. Nos referimos al hermano Atilio Pizarro.
Juan vivió su ministerio en diversas comunidades de la parroquia de la Zona Sur, desde el año 2004, pero su última estación donde sirvió a la comunidad cristiana y a los pobres fue en la parroquia San Damián de Molokai.
Mi ministerio lo ejerció con pasión, amor y lealtad. Fue una persona bondadosa, generosa y muy fiel servidor de Dios. Ayudó a quién más necesitaban y siempre tuvo la palabra exacta en momentos malos. Ayudó al prójimo sin mirar ni recibir nada a cambio.
En su comunidad lo calificaron como una gran persona: «Era un esposo muy dedicado a su esposa y a su familia. Y aun, estaba siempre dispuesto a ir a cualquier lugar y hora a donde lo necesitaran. Para él todos éramos buenas personas, decía que sólo hay que tener paciencia y entender, porque todos tenemos buenas intenciones. Sólo decir que nos deja un vacío gigante», expresó Inés Fernández, mensajera de San Damián de Molokai a la Iglesia de Santiago haciendo memoria de Juan.
El portal institucional también consignó las palabras del vicario para el Clero, monseñor Alberto Lorenzelli. Este expresó: «Encomendamos al Señor, al diácono Juan de Dios Zúñiga. Nuestro padre Dios lo acoja en sus brazos misericordiosos y le dé el premio eterno. Pedimos al Señor que dé el consuelo, en este momento de dolor, a sus familiares y amigos».
La Congregación de los Sagrados Corazones manifestó su dolor por un hermano tan cercano y agradeció a Dios por el servicio prestado en vida y, especialmente, su testimonio.