Hoy, el cardenal Gregorio Rosa Chávez, tiene casi 80 años edad y sus fuerzas no flaquean para difundir el mensaje de San Romero de América. Pero no solo fue el principal impulsor para que la Iglesia reconociera a Romero como santo, sino que más de la mitad de su vida la ha consagrado a proclamar el legado de su amigo.
Era tal la conmoción mundial que generó el asesinato de un obispo católico en plena guerra civil de El Salvador mientras celebraba la misa, que la Teletón chilena, que recién cumplía tres años como programa televisivo de “27 horas de amor”, trajo a Chile —en años de plena dictadura militar— al sacerdote amigo del obispo mártir.
Gregorio Rosa Chávez, en ese momento era un presbítero, miembro de la Junta Directiva de los Seminarios de América Latina. Después, en 1982, sería nombrado obispo auxiliar de San Salvador, y en 2017 sería creado cardenal por el papa Francisco. Así se constituyó, siendo obispo auxiliar, en el primer cardenal salvadoreño de la historia.
Actualmente, sigue en dicho cargo y su talento de comunicador le ayuda en su misión. Se licenció en Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, en los años ‘70, y desde entonces ha impulsado numerosas iniciativas comunicacionales eclesiales y de los movimientos populares. Es un apasionado por la radio.
— ¿Cómo conoció a su amigo Óscar Arnulfo?
— Normalmente decimos y recordamos a Monseñor Romero con tres palabras: profeta, pastor y mártir. Yo añado, amigo. Lo conocí cuando yo tenía 13 años. Él era sacerdote en la misma diócesis donde yo vivía. Y un día lo encontré en la catedral de San Miguel, al oriente del país. Lo recuerdo muy bien. Estaba con sotana negra ante un micrófono hablando a la gente. Luego, se sentó a confesar. Y caminando, me encuentré con él cara a cara, aunque ya lo conocía porque escuchaba sus comentarios en la radio católica.
“En el año 1965 terminé mis estudios de filosofía y tuve que estar un año completo como su asistente en el Seminario Menor de San Miguel. Ahí nos hicimos amigos, por eso digo: Romero: profeta, pastor, mártir y amigo. Ese es Romero para mí”.
— ¿Cómo está hoy El Salvador?
— Somos un país muy polarizado, no tenemos acceso a la verdad, no estamos reconciliados. Los gobernantes niegan totalmente el diálogo con el pueblo. Somos un país donde hay mucha, mucha violencia verbal, muchas ofensas, mucha calumnia, mucho insulto. Y este no es que el camino para la paz. Hay que lograr vivir como hermanos y no como enemigos. Por tanto, hay una tarea grande en el entendimiento de la amistad social, como dice el Papa Francisco, y de la paz que lleva a la justicia.
— ¿Cuál sería el mensaje de Romero hoy, en estos tiempos?
— Como dije en la Catedral de San Salvador, en la homilía de su reciente 42° aniversario de su pascua, tiene mucha relación con el tema del Papa Francisco en su lucha contra la guerra de hoy. Y ligué eso con lo que vivió Romero en Roma, al comenzar la Segunda Guerra Mundial.
“Hice unas cuantas citas de su diario de seminarista. Por ejemplo, el día 2 de septiembre de 1939, escribió: Hoy ha estallado la guerra. Alemania ataca a Polonia. Hay horror en Europa, un gran temor en el mundo. En otra página, cuando él ve un batallón de soldados italianos que van a la guerra, se pregunta: ¿cuántos volverán? ¿Cuántos morirán en el combate? ¿Qué pasará con sus familias? Luego habla de su experiencia en la guerra. ¡Cuánta hambre! dice. Ya al terminar sus estudios en el año 1942, se ordenó sacerdote y vuelve al país el año siguiente, en un viaje de un mes, por barco. Él siente que todo es inseguridad e incertidumbre. Tan real es esto, que fue detenido por Estado Unidos en Cuba con toda la gente del barco, el que por ser de Italia era considerado un enemigo.
“Ambos, el papa Francisco y Monseñor Romero llaman a evitar la guerra. Romero dijo un día: evitemos la guerra civil, hagamos justicia para que haya paz de verdad. Este es su principal mensaje en la realidad de hoy”.
— ¿Cómo se celebró en su país este 42° aniversario del martirio de Romero?
— Hay dos tipos de festividades, una ligada a los movimientos sociales, que marchan por las calles dando su mensaje sobre la realidad y presentando sus demandas. Y otro de carácter espiritual, donde la eucaristía es central en la Catedral de San Salvador. Ahí estuvieron reunidos casi todos los obispos del país, y en cada lugar ha habido misas propias por Romero porque su recuerdo hoy anima y es esperanza.
— Han pasado 42 años y el asesinato de Monseñor Romero sigue impune…
— Eso es increíble. Cuando se logró la paz, se creó la Comisión de la Verdad, que emitió su informe al año siguiente siendo el asesinato de Romero un caso emblemático. Ese fue un excelente informe. Sin embargo, no se hizo justicia y aquí estamos de nuevo ante esta iniquidad.
“Hoy hay una tendencia que busca de nuevo reabrir el caso para llegar al fondo de lo que pasó. Es increíble pero es así.
“Ese día, 24 de marzo de 1980, en la capilla donde Monseñor murió, había un camarógrafo y un joven periodista con una grabadora. Eso permitió que tengamos fotos de su martirio y el audio de su última homilía en que se nota que Romero vio al asesino e hizo sentir que moría por Cristo y no por motivos políticos. Es increíble el último mensaje de Romero, donde dice que el grano de trigo muere para dar frutos. Él fue un grano de trigo como Jesús, para dar al mundo esperanza y paz”. / APN.