Pablo Fontaine: “Volver a los 17”

Volver a los diecisiete / Después de vivir un siglo / Es como descifrar signos / Sin ser sabio competente / Volver a ser de repente / Tan frágil como un segundo / Volver a sentir profundo / Como un niño frente a Dios / Eso es lo que siento yo / En este instante fecundo. (Violeta Parra).

Este 13 de junio de 2022, Pablo Fontaine Aldunate, ss.cc. cumple 97 años de edad, casi un siglo. Fue bautizado como Raúl y al profesar sus votos en 1944, eligió el nombre religioso de Pablo.

¿Por qué adoptaste ese nombre? preguntamos. Sentado en su cama, nos mira por sobre los lentes como contrapreguntando: ¿no conoces a san Pablo? Tras una pausa, responde: por Pablo de Tarso. San Pablo fue un caso muy especial de conversión repentina y muy profunda. Él padeció por el Señor y se dedicó a formar comunidades. Eso me atrajo mucho”, explica.

Para conceder esta entrevista, se acomoda en la silla de su habitación con mucha lentitud. Y pese a las dificultades motoras de sus piernas, se mueve con autonomía, apenas apoyando sus manos en un carrito. Con todo, su salud cognitiva y espiritual, son realmente admirables.

En la juventud de Raúl, solo existía el periódico en papel y la radio, que eran los medios principales, fuera del cine, que informaban de lo que acontecía en Chile y el mundo. El teléfono, que aún era para una población muy selecta, permitía a nivel local concertar reuniones sociales.

Hoy, Pablo, sigue al detalle por internet lo que ocurre en la iglesia, en Ucrania, y en otros lugares. Ve por televisión las noticias y debates sobre la nueva Constitución en Chile, y usa aplicaciones del móvil para estar informado, al instante y con detalles, de todo cuanto ocurre en La Unión (diócesis de Valdivia), lugar que lo marcó en sus últimos años de trabajo pastoral. A esa comunidad, la anima en la esperanza y la sostiene en la fe con sus reflexiones semanales que graba en audio y envía con su teléfono celular.

Después de vivir casi un siglo ¿qué hacías cuando tenías 17 años?

Estaba en el colegio todavía. Era el año 1942, un tiempo de búsqueda.

Y de guerra en el mundo…

Sí, hasta el ’45. La guerra que se vivía en el mundo no tenía este carácter tan pero tan violento, tan global como el que tiene ahora la guerra en Ucrania. Para un joven de esa época, la guerra estaba ahí pero no nos tocaba mucho. Recuerdo, sí, que hacíamos oraciones, encuentros nocturnos de oración por la paz. La oración siempre estaba presente.

VIDA JUVENIL

En ese tiempo ¿qué expectativas tenían los jóvenes como tú?

Bueno, el ambiente de mi colegio (Sagrados Corazones de Alameda, en Santiago) era, en general, el de gente acomodada. Mis hermanos y yo estudiábamos con una beca del mismo colegio, y por eso teníamos la imposición de estudiar lo más posible. Los tres teníamos que sacar buenas notas por tener un excesivo temor a que nos echaran.

Mi expectativa primera era entrar a la universidad y estudiar ingeniería pero tenía duda si ser cura o ingeniero.

Al final, por complacer a mi mamá y porque encontraba que era sensato, me quedé un año estudiando ingeniería en la Católica. Ahí lo pasé muy bien porque era entretenido lo que estudiaba y disfrutaba con los amigos.

La universidad me quedaba bastante cerca de donde vivía, en calle Valenzuela Castillo. Así que me iba y venía a pie.

Me gustó bastante ese tiempo. Teníamos muchas fiestas todos los fines de semana, con bailoteo, incluso de toda la noche, y al amanecer, el domingo, nos íbamos a misa a San Ignacio de Alonso de Ovalle. Por tanto, tan borrachos no estaríamos porque si no, no hubiéramos podido ir a la iglesia al otro día. En fin, pude haber seguido en eso pero era más fuerte el llamado a la consagración a Dios”.

¿Y pololeaste?

¿Pololear? Exactamente no. Casi… Había una niña que me gustaba mucho… pero yo era muy tímido. Cuando después le conté, ella me dijo: ─ ¡Por qué no me lo dijiste! (sonríe). Ella todavía vive.

¿Dónde eran las fiestas?

En las casas de las amigas, y ellas se ocupaban de todo. Desde los 15 años uno tenía amigas que eran hermanas de compañeros o vecinas del barrio. Eran las mujeres que invitaban a la fiesta y nos atendían con cositas ricas para comer. Pero ellas no podían sacarnos a bailar; ahí la iniciativa tenía que ser de uno, del varón.

Además, era un régimen increíble. En una pieza del lado estaba la mamá, el papá… era la familia que ponía la fiesta. Todo era gratis para uno. Nada más que esperar que le sirvieran. ¡Increíble! Algunas veces fui con traje de etiqueta a unos bailes en el Club de la Unión. Todo eso era muy bonito”.

Entonces, disfrutaste tu vida juvenil.

Sí. Fue un tiempo muy bonito de la vida. Pude disfrutar de las fiestas, del estudio que me gustaba mucho, de la compañía de amigos que en realidad eran los mismos compañeros de colegio y de la universidad.

CAMBIAR EL MUNDO

¿Y como jóvenes no querían cambiar el mundo?

Eso siempre estaba presente e incluso escribíamos sobre eso en la revista escolar porque estábamos influenciados por curas que eran predicadores de un mundo nuevo. También nos preocupaba la paz del mundo, que era como la bandera de aquella época pero también la pobreza… Era duro visitar poblaciones.

¿Qué sacerdotes eran ellos?

Bueno, por ese tipo de predicaciones, en el Colegio tuve a Rafael Gandolfo, que era bastante importante por su inteligencia. Además, era capaz de darse la lata de escuchar sin problemas a un chico de 15 años. También estaba Florencio Infante, que era muy apasionado, especialmente en su crítica a Hitler.

¿El mismo sacerdote que después fue Capellán Castrense Nacional?

Si, ligado a Pinochet. Una vez me encontró en el centro de Santiago y me llevó en su auto. Poco antes de llegar, le dije: ─ déjame aquí no más, no quiero que me vean en la población entrar contigo (ríe).

¿Cuándo descubres la vocación religiosa?

Me acuerdo como si fuera hoy. Sé el momento exacto. Cuando estaba en cuarto año de humanidades (segundo medio de hoy) fui a un retiro espiritual a la Casa San Javier. En ese retiro empecé a sentir muy fuerte la vocación y salí de allí casi sin dudas, aunque después seguí en las fiestas y todo igual. Pero alguien me regaló las Escrituras y después de comer cosas ricas me dedicaba a leer bastante la Biblia. Era un tiempo de estudiar en la universidad pero al mismo tiempo con un pensamiento claro de seguir la vocación religiosa.

¿Los jóvenes tenían interés en la política?

Sí, claro. Eduardo Frei padre, era entonces un joven líder que atraía.

Se me confunden un poco los años pero recuerdo que, ya de cura, discutí con un compañero sacerdote que era muy freísta, y cuando pasaba una marcha por la Alameda, se asomó a la ventana a gritar. Lo saqué de ahí porque en ese entonces un cura no podía estar metido en política. Era muy distinto, no como ahora, que es inevitable que las iglesias se relacionen públicamente con motivaciones de Estado.

NUNCA UNA DUDA

Y en tu vocación ¿qué te gustaba más: la liturgia, la acción social…?

Bueno, la solidaridad es un punto muy importante. Le decía a mi mamá que uno de mis problemas para entrar a la Congregación, era que se dedicaba a los ricos, fundamentalmente por los colegios de gente pudiente y eso no me gustaba. Entonces, mi mamá me decía que los Sagrados Corazones también tenían un Patronato para niños pobres.

Entraste a la Congregación el 10 de enero de 1944. En estos 78 años ¿nunca tuviste una crisis de vocación?

No, nunca. Tentación… de dedicarme a otras cosas. Cuando me mandaron al colegio de Concepción empecé a luchar por ir a una población… hasta que lo logré.

El proceso abierto con el Concilio Vaticano II ¿te ayudó en eso?

Sí, pero el preconcilio fue bastante largo y era una especie de descubrimiento tras descubrimiento. Todos esos autores que Pío XII castigó, siguieron estudiando por su cuenta y convergieron en el Concilio. Congar, por ejemplo, que es muy luminoso y hoy cuando se habla del Concilio se alude a sus ideas y las de muchos más. Incluso creo que estos caballeros trabajaban separados y, sin embargo, llegaban a las mismas conclusiones.

Entonces se producía un mayor conocimiento de los Padres de la Iglesia, de las Escrituras, y más de la liturgia, también de los planteamientos morales… Para entonces yo era profesor en Los Perales junto con Beltrán Villegas. Con él y los libros, era para maravillarme. Era una especie de prodigio que se estaba produciendo ante nuestros ojos.

ÉPOCA DE CAMBIOS

¿Qué diferencias hay en los procesos de cambios de ayer y de hoy?

Es tan distinto. Lo otro era de a poco, lento. Con peleas con la misma autoridad eclesiástica. Se hacían cosas secretas como cuando se empezaba a bautizar en lengua natural, así calladito. Mientras que el actual reventón es portentoso. Se juntaron el estallido social, la epidemia, la sequía más grande de la historia… Este carácter catastrófico o escatológico de la realidad de hoy no se parece en nada a los cambios de antes. Son cambios a una velocidad vertiginosa. Y los inventos también sobrepasan por mucho a los antiguos inventos.

¿Es el fin de la historia o un cambio de época importante?

Bueno, ese es el tema. Yo tiendo más a creer que es lo segundo y que estamos abriéndonos a una historia nueva. Es cosa de ver lo positivo como la posibilidad de salvar a la gente con los adelantos en la medicina, con los estudios del espacio, los derechos y libertades que ya están adquiridos y que son muy apreciados. En fin, hay cosas positivas y negativas pero no parece que fuera el fin del mundo. Claro que si Rusia y Ucrania siguen con guerras más grandes todavía, capaz que se acabe todo. Pero eso trae hambre y mucho dolor.

¿Cómo ves a los que hoy tienen alrededor de 17 años, a la juventud actual?

Creo que una parte de los jóvenes solo piensa en satisfacer sus deseos pero hay otro tipo de jóvenes que están muy movidos, en el sentido de querer ser un hombre y una mujer nuevos, con una vida nueva.

La nueva generación de políticos que se está dando en Chile y el mundo ¿es parte de esa juventud distinta?

En parte sí. No sé si algunos están cumpliendo un rol muy novedoso pero en otros es notable todo lo que han aprendido. La misma Convención Constitucional… pero veo que se vive un poquito enojado. Quizás nos pase a todos.

UN NUEVO NOVICIADO

¿Qué significa para ti cumplir 97 años de edad?

En primer lugar, es un récord ¿no? La gente se muere alrededor y parece un campo de batalla. Por ejemplo, cuando uno lee el diario y aparecen todos los que nos anteceden, es un paso duro.

Para mí es deseable que venga la muerte. Pero hay que morir con Cristo, y morir con Cristo es un paso duro. Entonces, incluso, todas estas dificultades de movilidad que tengo, claramente las estoy ofreciendo.

Estoy contento de poder partir y casi aterrado de quedarme hasta los 100 años como hemos tenido aquí, en esta casa, dos casos en dos años. Y con todo lo que me cuidan… capaz que llegue.

Pero los últimos tres años que he vivido aquí, en esta Casa Provincial, para mí ha sido una gracia de Dios. Nunca había visto tan claramente mi vida, mis miserias y mi deseo de Dios también. Ha sido un noviciado al final de mi vida”.

Entonces ¿te sientes preparado para enfrentar la muerte?

No. Preparado no, porque uno nunca sabe lo que va a pasar. Esperanzado sí. He hecho tantas tonterías en mi vida, tantas metidas de pata por creerme el rey… que espero que se me perdone.

Te cuento, por ejemplo: cuando estábamos construyendo casas en Concepción, que se habían caído (por el terremoto de 1960), fuimos mi hermano Pedro Azócar y yo a hablar con el arzobispo. Al poco rato, le digo: ¿cómo puede vivir usted en un palacio tan rico? Yo era cabro chico, recién hecho cura, que me creía el dueño de la luz… Era muy pesado con todos los que pensaban en forma diferente a mí”.

Pero muy profético.

Sí, también eso ha tenido su parte buena porque hizo pensar a algunos y reconocer la existencia de una injusticia instalada que contradice las palabras y los hechos de Jesús.  / Entrevista y fotos de Aníbal Pastor N.

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